17 julio 2014

Vacunas, el negocio que no pincha

Vacunas, el negocio que no pincha
Nadie duda que vacunas contra la viruela, la difteria o la poliomielitis han aumentado nuestra esperanza de vida en 30 años. Tampoco que las arcas de las farmacéuticas se han beneficiado de ello en igual o mayor proporción. Quizá porque han experimentado el enorme potencial de este negocio, hoy muchas empresas del sector se afanan en recomendar tratamientos más rentables que eficaces. Por eso, vacunas como la que combate el Virus del Papiloma Humano e incluso la de la gripe estacionaria cada vez se cuestionan con más fuerza. A veces, es peor el remedio que la enfermedad.
La industria farmacéutica es un sector estratégico a nivel mundial con un gran volumen de ganancias, lo que le permite gozar de extraordinarias cuotas de poder. Sin embargo, no está claro que ese poder se use de acuerdo con el bienestar, la salud y la vida de la población mundial. Entre los años 2000 y 2003, casi la totalidad de las grandes compañías farmacéuticas pasaron por los tribunales de Estados Unidos acusadas de prácticas fraudulentas. Ocho de ellas fueron condenadas a pagar más de 2,2 billones de dólares de multa. En cuatro de estos casos las compañías implicadas –TAP Pharmaceuticals, Abbott, AstraZeneca y Bayer- reconocieron su responsabilidad por actuaciones criminales que habían puesto en peligro la salud y la vida de miles de personas.


En los últimos años han sido muchas las voces que se han alzado para protestar por los usos y abusos del sector en numerosos aspectos. Entre ellos, las vacunas, que han pasado de ser un bien colectivo, muy barato y efectivo, a ser un negocio; es decir, un bien para los que las producen, a veces con dudoso beneficio social. La creciente agresividad en la promoción y venta han terminado de empañar la imagen ‘inocente’ de las vacunas. El cambio también se ha producido en el campo de la investigación, que ha pasado de ser mayoritariamente cosa de las universidades –de financiación pública y sin ánimo de lucro- a las industrias –privadas y con ánimo de lucro-.
No todas son iguales
Todos los expertos consultados coinciden en señalar la efectividad y seguridad de algunas vacunas. La primera vacuna como tal logró erradicar la viruela, una enfermedad entonces con una elevada mortalidad. A pesar de que toda vacuna entraña sus riesgos, los profesionales de la salud coinciden en que los beneficios compensan los riesgos en el caso de las primeras vacunas (viruela, difteria, poliomielitis, tétanos, rabia, etc.). Sin embargo, las más recientes no generan el mismo consenso.
El periodista y escritor especializado en la investigación de temas de salud y ecología, Miguel Jara, explica a Números Rojos que, aunque las vacunas comenzaron siendo un invento destacado en materia sanitaria, “desde hace un par de décadas se han convertido en un negocio. Algunas son innecesarias, como la del papiloma, y otras prácticamente inútiles, como la de la gripe”.
Ante esta cuestión, Juan Gervás, médico general de Equipo Cesca, profesor honorario de Salud Pública en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del grupo de vacunas de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), tiene claro que “hay vacunas necesarias y fundamentales, como la del sarampión, la difteria, el tétanos, la rabia, la poliomielitis y otras. Y hay vacunas innecesarias, como la del rotavirus, neumococo, virus del papiloma, la gripe y la varicela. En el caso de la vacuna contra la gripe y la del virus del papiloma humano -añade- se desconoce el valor de la inmunidad natural y la efectividad de las vacunas y su fundamento científico es lamentablemente endeble”.
Lo que parece indiscutible es que los tiempos han cambiado y que el campo de las vacunas se ha hecho más extenso y complejo. Cada vez se aplican para enfermedades más infrecuentes y/o más leves y con menos conocimiento científico. El caso de las vacunas de la gripe A y del papiloma son quizás los más polémicos.
La epidemia fantasma
La gripe A, producida por el virus H1N1, ocupó las portadas de todos los medios de comunicación en la primavera de 2009. En junio de ese año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el nivel de alerta 6 de la pandemia. La alarma sanitaria se extendió por todos los continentes. Las urgencias de los hospitales y las consultas de atención primaria se colapsaron. Los gobiernos de todo el mundo se apresuraron a hacer acopio de vacunas para hacer frente a los contagios. A pesar de la crisis, las farmacéuticas siguieron siendo un valor fuerte y seguro en las bolsas mundiales.
Mientras llegaban las vacunas, los fabricantes hicieron caja gracias a las ventas de sus antivirales.Roche, fabricante del Tamiflu, el medicamento antiviral, facturó un 9% más en el segundo trimestre de 2009, cuando estalló la alerta sanitaria. En concreto, la multinacional admitió que las ventas de su antiviral crecieron un 203% en los seis primeros meses del año ante la expansión del virus de la nueva gripe. En total, el laboratorio suizo obtuvo unos jugosos ingresos de algo más de 2.600 millones de euros solo ese año.
En cuanto a las vacunas, Francia, por ejemplo, con 60 millones de habitantes, adquirió 94 millones de dosis para atacar la gripe A. Se usaron entre seis y siete millones. La compra por parte de Francia, como las de otros países europeos, se hizo a cuatro laboratorios diferentes: GlaxoSmithKline (GSK), Novartis, Sanofi-Pasteur y Baxter, que comercializaron su vacuna patentada en condiciones exclusivas. Alemania, con una población de 80 millones de habitantes, adquirió 50 millones de dosis. Únicamente unos 6 millones de alemanes se vacunaron. Holanda compró 34 millones, pero a finales de noviembre de 2009 decidió vender 19 millones. En Italia se adquirieron 48 millones pero a finales de enero de 2010 menos de un millón de italianos habían sido vacunados. En Bélgica se compraron 12,6 millones de dosis que costaron 110,2 millones de euros. España llegó a encargar 37 millones, aunque al final la petición oficial se redujo a 13. De esos 13 millones, solo 3 millones de vacunas fueron aplicadas a la población. El coste para las arcas públicas fue de 270 millones de euros.
¿Estaba justificada la alarma? ¿O fue interesada y provocada por la industria farmacéutica para recaudar elevadas cantidades de dinero? Muchas voces se alzaron entonces contra la OMS, a la que acusaron de alimentar el alarmismo a favor de los intereses de las empresas farmacéuticas que fabricaron las vacunas. La organización defendió la alerta creada porque la gripe A era “muy diferente” de las otras modalidades de virus gripales en circulación, desencadenando en algunos casos graves formas de neumonías virales. Pero lo cierto es que catorce meses después, en agosto de 2010, se declaró el fin oficial de la pandemia mundial. El ‘letal’ virus H1N1 había producido unas 18.000 muertes en 214 países (271 en España). La gripe estacionaria produce alrededor de medio millón de muertes al año en todo el mundo, unas 3.000 en España, según datos de la OMS.
El epidemiólogo alemán Wolfgang Wodarg impulsó una investigación que en su día llevó a cabo el Consejo de Europa para decidir si esa alarma fue innecesaria. Wodarg aseguró que los especialistas de la OMS están asociados de manera “muy estrecha” a la industria farmacéutica. Para Wodarg, el comportamiento de la OMS es sospechoso, ya que en principio la institución aconsejó a los gobiernos dos o tres inyecciones de la vacuna, cuando siempre había sido suficiente con una dosis, y además recomendó usar únicamente las vacunas producidas por unos laboratorios determinados. El científico cuestionó también que la OMS cambiara en mayo del 2009 su definición de pandemia, apenas dos semanas después de que se detectaran los dos primeros casos de la nueva gripe. Hasta entonces, era necesario que muriese una proporción significativa de gente para poder declarar una pandemia. Sin embargo, ese requisito fue eliminado en la última modificación.
Entre las voces críticas en España con la campaña de vacunación contra la gripe A destacó la de Teresa Forcades. Esta monja benedictina, teóloga y doctora en Medicina, difundió un vídeo a través de YouTube llamado Campanas por la gripe A en el que denunciaba las irregularidades de la vacuna. Fue duramente criticada por las instituciones y la OMS, pero el tiempo confirmó sus dos tesis: la gripe A no era una pandemia y no era necesaria una vacunación masiva que podía ser lesiva para algunas personas, aunque suponía un buen negocio para algunas farmacéuticas.
Igualmente el experimento natural de Polonia contra el mundo dio la razón a los escépticos con la vacuna. La ministra de Sanidad polaca se negó en 2009 a firmar los contratos con los laboratorios que fabricaban la vacuna contra la gripe A por sus términos dañinos para la salud pública. Por lo tanto, en Polonia no se vacunó la población. El país registró 181 muertes por gripe A para 39 millones de habitantes. Recordemos los datos de España, donde se vacunaron 3 millones de personas: 271 muertos para 47 millones de habitantes.
Riesgos probados
La vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH) es, en palabras del periodista Miguel Jara, “una de las mayores operaciones de marketing del miedo de la Historia desarrollada por dos de las mayores multinacionales farmacéuticas: Merck y GlaxoSmithKline. Jara explica en su libro “La salud que viene” y en su web www.migueljara.com que es difícil entender cómo “un producto que presenta tantas dudas e incógnitas como esta vacuna esté aplicándose a niñas de entre 11 y 14 años de edad para ‘prevenir’ el cáncer de cuello de útero o cérvix”. Su eficacia no se ha estudiado en niñas, solo en adultas. No protege de todas las cepas cancerígenas del VPH, es preventiva pero no cura. Y su precio es muy caro, más de 300 euros las tres dosis y en algunos casos hasta 500 euros. Juan Gervás explica que “la efectividad de la vacuna del papiloma en la práctica está en torno al 18% en mujeres que no han tenido relaciones sexuales previas (no coitos vaginales). El criterio que compartimos al respecto muchos especialistas, catedráticos de salud pública y economistas del sector es que es una vacuna experimental, cuya efectividad desconocemos, y en España es absolutamente innecesaria. Por eso hay un fuerte movimiento de moratoria, que exige que se suspenda la campaña de vacunación, firmada por 8.000 profesionales”.
La hermana Forcades afirmaba en una entrevista realizada por el diario Público que “la vacuna del VPH tiene un perfil riesgo/beneficio desfavorable. Es decir, resulta una contradicción, a nivel científico, recomendarla. La vacuna no ha demostrado su eficacia y, en cambio, hay posibilidad, aunque sea en un porcentaje de casos bajos, de efectos secundarios gravísimos, incluida la muerte”. Andrea, una joven asturiana de 13 años, falleció en septiembre de 2012 tras recibir la segunda dosis de la vacuna del papiloma.
Ante estos datos, la pregunta inevitable es: ¿por qué los gobiernos e instituciones siguen apostando ciegamente por el sistema de vacunas a pesar de las dudas al respecto? En opinión de Jara esto se produce “por presiones de la industria y de la población. Esta en muchas ocasiones está desinformada, quiere remedios sencillos para todo, sin tener en cuenta que en raras ocasiones se han comprobado los progresos reales en salud de las vacunas”. El doctor Gervás afirma al respecto que “se produce una colusión, que no colisión, de intereses, de querer proteger a la población, de presión de expertos (en muchos casos, representantes con bata, ilustres profesionales a sueldo de las industrias) y de sociedades científicas (con fuertes intereses con las industrias que las sustentan), y de la propia población. El resultado final es la promoción de toda vacuna, por más absurda que sea, y el descrédito de las vacunas útiles y necesarias”, se lamenta.
La clave: información
Lo que parece claro es que hay vacunas que han contribuido de forma importante a erradicar enfermedades. Pero muchos expertos creen que abusos como los dos citados, la gripe y el papiloma, acabarán por producir un enorme descrédito de los profesionales, las autoridades del ramo y las vacunas en general. ¿Cómo actuar entonces? Para Jara hay que tener claro que “las vacunan son medicamentos y como tales tienen su peligrosidad y hay que tener en cuenta que se aplican a poblaciones sanas. Por eso, no han de ser obligatorias, sino de libre e informada elección. Pero la propaganda en este ámbito es tan grande que se han mitificado. Debería estudiarse caso por caso dependiendo de muchos factores qué vacunas poner y cuáles sobran y además son peligrosas”.
La vacuna de la gripe estacionaria

Tampoco la vacuna de la gripe estacionaria se libra de las críticas. “Las vacunas contra la gripe, tanto la de la gripe A en su día como la estacional, solo logran reducir los síntomas de gripe en los que padecen gripe-gripe (menos de un 20% de los que tienen un síndrome gripal), pero no en los mayores de 65 años ni en los menores de dos años. En ningún caso disminuyen dichas vacunas ni las hospitalizaciones, ni las neumonías, ni las muertes”, afirma el médico Juan Gervás, quien añade que, además de que no está probada la eficacia de la vacuna de la gripe estacionaria por la ausencia de ensayos clínicos a largo plazo al respecto, esta “tiene efectos adversos frecuentes y a veces graves”.

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