El peculiar método empleado por los distintos gobiernos de la nación, de repercutir recargos en el “recibo de la luz”, ha llevado a que la tarifa eléctrica española sea la más cara del mundo. Alguna razón debe de sustentar este record mundial. No hace falta ir muy lejos para poder apreciar el compadreo entre los gobiernos de turno y el sector eléctrico. Los paganos han sido los consumidores y usuarios cautivos del suministro eléctrico que han pagado el despilfarro y los graves errores de inversión que han cometido que las tradicionales “familias” que dominan el núcleo duro de las compañías eléctricas.
El mayor error perpetuado por estas compañías se eleva a la categoría de metedura de pata. Como hemos visto en post anteriores las cuantiosas inversiones en energía nuclear llevó a la quiebra técnica al sector. La panacea que iba a representar vender kilowatios de electricidad producidos por el maravilloso método de la fisión nuclear solo estaba en el capitulo de lo teórico. En la práctica, las cuantiosas inversiones financiadas con divisas, las consecutivas devaluaciones de la moneda, los altos tipos de interés, los importantes costes de mantenimiento, y el coste de deshacerse de los residuos nucleares, hizo que el sueño de producir energía nuclear fuera un fiasco. A grandes males grandes remedios. Los gobiernos de turno no encontraron mejor solución que, a través de decretazos, repercutir en la tarifa eléctrica la metedura de pata de las compañías eléctricas. Así, de esta peculiar forma, la tarifa eléctrica ha ido absorbiendo uno a uno los dislates e imprudencias cometidos por los miembros de los consejos de administración de las eléctricas.
Reitero
lo dicho: lo que ocurre en España, respecto la tarifa eléctrica, no
ocurre en ningún país del mundo. Ningún país confunde la velocidad con
el tocino, aquí semejante tratamiento tributario hace que se rompa el
principio con el que se sustenta la Constitución de contribuir al
sostenimiento del gasto público de acuerdo con la capacidad económica de
cada uno. Si los repetidos recargos en la tarifa eléctrica
fueran aplicados a los Presupuestos del Estado, el coste de los mismos
seria cubierto por la proporcionalidad de la renta de los
contribuyentes. Los que más tienen, contribuirían en mayor medida.
La repercusión de recargos en la tarifa eléctrica, sustrayéndose de los
Presupuestos del Estado, hace que el principio de proporcionalidad se
rompa haciéndose añicos. Los pobres, los de las rentas más bajas, pagan
por encender la luz, por dar fluido al televisor, y poner en marcha la
lavadora, lo mismo que el más ricachón de los ricachones. Estamos al
final de la calle, con lo injusto que resulta semejante tratamiento
tarifario, por el ingrediente de su origen. Los dislates de los consejos
de administración de las compañías eléctricas por su impericia en la
gestión de sus empresas, lo acaba pagando el eslabón más débil de la
cadena: el consumidor. Con el agravante de un pago a escote, los que menos pueden pagan lo mismo que los que más pueden. Aquí esta la razón de tener una desproporcionada tarifa eléctrica.
Pero
todavía hay una razón más que añadir al disparate del inconstitucional
método tarifario: la falta de transparencia. Mientras que por la vía de
aplicar los costes al Presupuesto del Estado, está tasada su cuantía,
por la vía de la repercusión a la tarifa se oscurece el mundo de la luz.
Se las han inventado todas las triquiñuelas posibles desde los recargos
aplicados en la tarifa que eran transferidos a una cuenta cuyo titular
era Unesa, la patronal del sector. La super millonaria cuenta, que se
nutría de un por ciento de cada uno de los recibos de la luz, dificulta
la transparencia y el control de los fondos obtenidos y su reparto. Si
alguien tiene alguna duda acerca de lo oscuro que es el mundo de la luz
no tiene más que asomarse a la maraña de Reales Decretos, Ordenes y
Resoluciones del Ministerio de Industria y Energía sobre la tarifa
eléctrica, donde se encontrará con un extraño lenguaje iniciático en el
que abundan las formulas cabalísticas, las definiciones más absurdas y,
en suma, con un conglomerado normativo en el que resulta literalmente
imposible enterarse de algo. Se tiene la sensación de que todo
esta organizado, precisamente, para eso, para que nadie, no ya el hombre
de la calle, sino auténticos expertos, se enteren de nada. Pero es que, además, de esta manera la
Intervención General de la Administración del Estado, no podía, no
puede, ni tampoco podrá fiscalizar el debido uso de los fondos; y
tampoco, naturalmente, el Tribunal de cuentas. No existe
control en lo que concierne a la eficiencia y economía en la
programación y ejecución del gasto que transfieren al déficit tarifario.
¿Cómo es que la diferencia tarifaria que arruina al país con una deuda de miles de millones no este fiscalizada? Aquí está el quid de la cuestión. Sigamos para bingo.
Semejante
engendro legislativo no era sostenible ni cuando estas compañías de
suministro energético eran definidas como “servicio público”. Ahora,
liberalizadas de las ataduras al Estado hace que el engendro se
transforme en monstruo. La privatización de estas empresas ha elevado a
la categoría de timo el peculiar método de repercusiones tarifarias, que
solo hacen que cebar las cuentas de resultados y los bolsillos de unos
patricios en detrimento de cautivos paganos. El poder económico, con el
poder político a su servicio, hace estragos en la economía de todo ser
viviente que se ponga a su alcance. Ya pueden existir leyes, normativas,
órdenes, resoluciones que teóricamente amparen a los ciudadanos, todas
ellas son soslayadas cuando se trata de echarle mano a la carteta.
Incluso el marco constitucional es pasado por el arco del triunfo de los
poderosos. El artículo 31 de la Constitución establece el principio de proporcionalidad al sostenimiento del gasto público.
Ni con esas, los que menos tienen contribuyen a escote con los que más
tienen. El peculiar sistema de recargar en el recibo de la luz costes
asumidos por decisiones políticas, soslayando su repercusión en los
Presupuestos del Estado, hace que resulte injusto el tratamiento
tributario dado a los recargos. Por muy evidente que este sea, los
medios de comunicación, que se dicen servidores del público, ven, oyen y
callan. El servilismo a los poderosos esta a la orden del día.
Eléctricos y mediáticos han dejado de ser un servicio publico.
Principios que inspiran la Hacienda Pública en un Estado de Derecho
El artículo 31 de la Constitución Española establece que:
Articulo
31.1. Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de
acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo
inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún
caso, tendrá alcance confiscatorio.
2.
El gasto público realizará una asignación equitativa de los recursos
públicos y su programación y ejecución responderán a los criterios de
eficiencia y economía.
3. Solo podrán establecerse prestaciones personales o patrimoniales de carácter público con arreglo a 1a ley.
Para
ir acabando esta primera parte del post un trágala que lo dice todo: Un
impuesto sobre impuesto. Dentro de lo que se podría denominar cultura
fiscal ciudadana, que estaría formada por los conocimientos sobre
materia fiscal o tributaria del ciudadano medio, está la idea de la
imposibilidad de cargar un impuesto sobre otro impuesto, es decir, la
doble imposición. Incluso se conoce que a nivel internacional existen
numerosos tratados que persiguen evitar que no se de esa doble
imposición entre países. Pues bien, ese ciudadano medio desconoce que en
múltiples ocasiones esta pagando un impuesto sobre otro. Un ejemplo
cotidiano puede ser el de la electricidad. La factura se confecciona de
la siguiente manera. Se suma el importe de la facturación de la
potencia, el de la facturación de la energía y los complementos, el
alquiler de los equipos de medición. Al resultado de esta suma se le
aplica un 4,864% que corresponde al impuesto sobre la electricidad. El
importe del impuesto se vuelve a sumar a los conceptos anteriores, y
sobre: esta segunda suma se aplica el 16% de IVA. El resultado es la
factura de la electricidad. Aunque sea chocante, las afirmaciones
anteriores son ciertas, y validas de acuerdo con la legislación vigente.
La Ley del IVA, en su artículo 78 Dos 4° permite que este impuesto se
aplique sobre “tributos y gravámenes de cualquier clase que recaigan
sobre las mismas operaciones gravadas, excepto el propio Impuesto sobre
el Valor Añadido”. La ley por tanto, lo permite, aunque otra cosa muy
diferente es si es correcto recaudar un impuesto sobre otro impuesto.
Al ciudadano, cuando se sitúa en su vertiente más vulnerable, la de
consumidor, se le confunde para que al final pague sin rechistar, aunque
sea a base de exigir lo moralmente inexigible. En el tema de
las eléctricas, esta característica se añade a las demás aberraciones
que se han producido en las últimas décadas.
Compañía ratera y contador mentiroso
En
los últimos meses había escuchado alguna que otra voz discordante
respecto al contador de las eléctricas, unos decían unas cosas y otros
otras pero todos conducían a un común denominador: la imposición por
parte de la compañía de colocar un nuevo contador por las buenas o por
las malas. Lo que voy a contar es vivido en propia carne, no es mi
costumbre mencionar asuntos propios ya que se implica el cabreo personal
y puede distorsionar el relato. Por una vez que no sirva de precedente.
Tengo un piso, que utiliza mi hijo y una amiga, tenía dos contadores,
uno para fuerza y otro para luz. Así es como se instalaban hace 35 años,
que es la antigüedad de la vivienda. Voy por los hechos: casi no se
está en el piso pero casualmente se presenta un individuo que manifiesta
que lo envía la compañía para sustituir el contador. La amiga de mi
hijo, que le atiende, no sabe que hacer pero el individuo insiste
pronunciando las penas del infierno sino se realiza el cambio de
contador. La chica, asiente. No acaba aquí la historia, un mes después
llega la factura de la luz, Oh! Sorpresa el importe a pagar es más de 14
veces la media anual: 648 euros de una tacada. Se llama a Fecsa Endesa
para pedir una explicación. Respuesta: “ya le llamarán”, no obstante
apuntan que lo más probable es que existan diferencias entre lo gastado y
facturado. Resulta que en las facturas hay un concepto que dice
“Alquiler de equipos” y otro “Conservación del aparato”. Durante 35 años
han estado facturando estos conceptos por lo que el aparato es suyo y
el mantenimiento y conservación corre por su cuenta y ahora se despachan
con un supuesto mal funcionamiento que no acreditan. La indefensión es
total, planea en el ambiente la espada de Damocles de un corte de
suministro. El sindicato del crimen no descansa con tal de arrebatarnos
el dinero. Resulta que el atraco no es nuevo y el dichoso contador tiene unos oscuros antecedentes. Voy por ellos.
El
mero hecho de que el sector eléctrico tenga, desde hace años, demandas
por un tubo a través de las asociaciones de consumidores pone de
manifiesto que las cosas no se hacen bien. Defraudar al cliente está al
orden del día. Para conseguir sus propósitos contaban, no se sabe ahora
el que, con la colaboración interesada de los fabricantes de los
aparatos de medición del consumo eléctrico; tan sólo a través del método
de modificar, alterar o lo que se quiera, los datos referentes al
alquiler de los contadores, se calcula que las eléctricas obtienen una
buena tajada por el sobreprecio. El truco tiene su miga. Un Real Decreto
de 1984 establece que la tarifa de alquiler de los contadores de la luz
deberá ser, como máximo, del 1,25 % sobre el precio medio de los
aparatos de medición, pero resulta que los grandes fabricantes de dichos
aparatos se ponen de acuerdo para fijar un valor medio en más del doble
del precio real. Hecha la ley hecha la trampa. De este modo, si en 1998
—año en que el Gobierno aplicó el alquiler al 0,90 % del valor medio de
los aparatos— se cobraba por concepto de alquiler de contadores el
triple de su valor. Los grandes fabricantes de contadores, sector que en
el mercado nacional dominan Siemens y Schlumberger, actúan, de este
modo, como perfectos cómplices de las compañías productoras de
electricidad. En 1998, una inspección de la Comisión Europea a algunos de estos fabricantes de contadores dio resultados muy clarificadores: se requisaron documentos, entre ellos notas de despacho de reuniones entre fabricantes y representantes de la patronal Unesa, en los que se reconocía la trampa que estaban perpetrando con los contadores, y se trataban de encontrar formulas para tratar de evitar que el trapicheo se descubriera.
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