Entrevista a Joan Ramón Laporte, Director del Instituto Catalan de Farmacología Experto en farmacovigilancia.
-¿Quieren ser una voz imparcial frente al laboratorio que comercializa un medicamento que previamente ha investigado?
-No. Eso es secundario. Nuestro
objetivo es tener la máxima información posible sobre el efecto de los
medicamentos, ya que cuando llegan al mercado han sido investigados con
decenas o centenares de seres humanos muy seleccionados, casi
extraterrestres, que proporcionan una información muy parcial, aunque
suficiente para ser autorizados y comercializados.
-¿Casi extraterrestres?
-Casi. Buscan personas que solo sufran la enfermedad que interesa estudiar, cuando
la mayoría de la gente tiene más de una y toma varios fármacos, y
escogen a individuos más jóvenes que los que se tratarán con ese
producto. Es decir, investigan un medicamento en una población y después
se aplica en otra.
,,En Catalunya hay 100.000 personas que toman a diario entre 10 y 12 fármacos.
-¿Porqué lo hacen asi?
-Porque no es fácil, ni cómodo, ni
gusta, ni da buenas noticias hacer ensayos clínicos con personas
mayores. En consecuencia, alteran la realidad. Por ejemplo, el 70% de
los ensayos clínicos sobre el tratamiento del infarto de miocardio agudo
excluyen, por protocolo, a los mayores de 70 años, pero resulta que el
70% de las muertes por infarto de miocardio suceden en mayores de 70
años. Y lo mismo ocurre con antiinflamatorios, antihipertensivos…
-¿Cómo investigan ustedes?
-A partir de lo que les sucede a los
consumidores de los fármacos. Disponemos de la tarjeta amarilla, una
cartuliga de identificación que la Generalitat distribuye
trimestralmente a todos los médicos de Catalunya. Los médicos nos
explican ahí si les ha pasado algo anormal o inesperado a sus enfermos
al tomar determinados medicamentos.
-¿Qué hacen con esos datos?
-Los analizamos y vemos si en un mismo
territorio se acumulan notificaciones que relacionan la misma enfermedad
con un mismo medicamento. Eso nos permite sospechar si hay un fármaco
concreto que está causando una enfermedad. Cuando tenemos una
sospecha, iniciamos estudios específicos hasta establecer si es así, a
qué proporción de pacientes afecta y con qué gravedad.
-¿Hay controversia entre lo que dice el prospecto y lo que comprueban?
-A veces, si. Antes de entrar en la
Unión Europea (UE), en España los medicamentos se autorizaban con una
legislación muy laxa. Ocho de los 10 productos más consumidos no salían
en los libros de farmacología internacional. No servían para nada. El
medicamento más consumido con cargo a la Seguridad Social en los años 80
era el Frenadol, que muy pronto dejó de ser financiado.
-~¥ una vez en la UE?
-Todo pasó a ser mucho más estricto, y
el precio de los medicamentos aumentó. El precio de un fármaco no
equivale a su coste, y el margen de beneficio de los laboratorios empezó
a crecer. La industria apretó mucho con la promoción de lo nuevo y el
mercado farmacéutico español cambió de forma radical.
-¿Los más vendidos ahora aparecen en los libros de farmacología?
-Sí, ahora sí. Ahora, el primero en
unidades vendidas es el omeprazol, que se receta como protector
gástrico; después está el grupo de los antidepresivos, la aspirina para
problemas cardiovasculares y un broncodilatador.
Los médicos ahora recetan de forma más adecuada.
-;.En calidad y en cantidad?
-En cantidad, no. España es el segundo
país más consumidor de medicamentos del mundo, después de EEUU. Es el
país que más gasta en medicamentos de la UE.
-¿Eso es coherente?
-Es una barbaridad. Las principales víctimas son las personas mayores.
-~Porqué se ha llegado a este nivel?
-Es un tema de políticas farmacéuticas. Los laboratorios publican evidencias sobre sus productos y los médicos las aplican a cada prueba diagnóstica de sus enfermos. Se produce una acumulación.
-¿Un ejemplo?
-Una persona tiene hipertensión
arterial y sufre un infarto de miocardio. Al recibir el alta de es e
infarto, le recetan un antiipertensivo diurético y otro de refuerzo;
ácido acetilsalicílico como preventivo cardiovascular; una estatina para
el colesterol y un betabloqueante en prevención de un segundo infarto.
Si por el infarto le ha quedado insuficiencia cardiaca, le recetarán un
par de cosas más. Si además sufre fibrilación auricular, que es secuela
de las cardiopatías, le darán el famoso Sintrón.
-Ya va por ocho o nueve.
-Espere, que no he acabado. El médico
de ese enfermo pensará que con toda esa medicación el paciente
necesitará un protector gástrico, y le enchufará también el omeprazol.
Como al tomar tantas cosas y haber sufrido un infarto estará triste, le
recetará además un antidepresivo. Ya lo tienes con 10 o 12 medicamentos
diarios. Cuando, encima, es diabético, no te digo nada: hay que añadir
un par de antidiabéticos orales.
-¿Esto es habitual?
-Yo lo vi con mi padre, lo vi con mi
madre y con los padres de mis amigos. Es una escalada. Se ha calculado
que en Catalunya, ahora, hay como mínimo 100.000 personas que toman
entre 10 y 12 fármacos diarios. El mundo se ha dividido en dos: ricos y
pobres. Para la industria, aunque en el planeta hay 7.000 millones de
habitantes, el mercado se compone de los 1.400.000 que pueden pagar,
directamente o a través de sus sistemas de salud. Los pobres no tienen
medicamentos porque no pueden pagarlos, ya los ricos se les atiborra con
ellos. Reglas del mercado.
-¿Qué efecto tiene esa excesiva medicación en la salud del ciudadano?
-Los medicamentos pueden causar
cualquier tipo de enfermedad: arritmias, infarto, hipertensión, cáncer y
cualquier alteración neurológica. Vivimos una auténtica epidemia de
efectos indeseados causados por los medicamentos. Estudios de EEUU,
Francia, Alemania y España han constatado que los medicamentos son la
cuarta causa de muerte en Occidente, después del infarto, el ictus
cerebral y todos los cánceres.
-¿Y todo eso es consecuencia de la política farmacéutica española?
-La industria farmacéutica tiene mucho
poder en nuestro sistema de salud. Los mercaderes entraron en el templo,
por emplear lenguaje bíblico, y Jesús los expulsó, aunque tal vez
hubiera tenido que expulsar a los sumos sacerdotes que habían permitido
que entraran. Aquí pasa un poco lo mismo. La industria quiere vender y
alguien se lo permite.
-La industria tiene incidencia en el Ministerio de Sanidad?
-Tiene incidencia e influencia. Dos
semanas antes de que se celebraran las elecciones generales, se
aprobaron en España seis nuevos medicamentos de alto coste, que pasaron a
tener financiación pública. Uno de ellos ha sido rechazado por el
sistema británico de salud, porque su beneficio no compensa su precio.
¿Somos más ricos que los británicos?
-¿Temían que el nuevo Ministerio de Sanidad no los aprobara?
-No, no. Pero, alguien quería ser él quien hacía el favor a la industria.
-¿Un tratamiento innecesario puede enmascarar una enfermedad?
-Claramente. Una persona que tome
antiácidos contra una dispepsia intestinal cansada por un cáncer
gástrico tardará más en identificar1o. Ahora se trata todo. Han
medicalizado la tristeza. Uno de cada 10 niños reciben terapia contra el
trastorno de hiperactividad (TDH): están medicando a los niños
revoltosos.
-¿Quién es responsable de esto?
-La industria, los médicos. El
responsable es el propio sistema de salud, que autoriza y financia los
medicamentos. En España se financian 10.000 fármacos pero solo se
necesitan 400. ¿Quién podría tener conocimiento sobre 10.000 cosas? En
el Hospital Vall d’Hebron, donde tratamos las enfermedades más complejas
y complicadas, manejamos un centenar de medicamentos. Y no necesitamos
más. Si se seleccionan los fármacos en función de las Circunstancias
reales de los pacientes, se necesitan muy pocas sustancias
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