Si se puede o no vivir sin nucleares es una pregunta que ya tiene
respuesta. Japón, uno de los países más nuclearizados del mundo, acaba
de desconectar de la red la última central nuclear que tenía en
funcionamiento.
Tras la parada del reactor de Tomari, el más septentrional de todo el
parque nuclear japonés, Japón se surte de electricidad a partir de
otras fuentes, sin necesidad de haber construido nuevas centrales. Y eso
a pesar de la gran aportación de las 54 centrales nucleares al sistema
eléctrico japonés, que llegaba al 34,5%. Tras el accidente de Fukushima
Daiichi, las centrales japonesas han ido parando una tras otra. Algunas
de ellas como la de Onagawa o las propias de Fuskushima definitivamente y
otras, en principio, de forma temporal para realizar operaciones de
recarga o mantenimiento. Dada la enorme oposición a esta fuente de
energía que se ha desarrollado en la sociedad y la desconfianza que se
ha generado en torno a las empresas explotadoras de las nucleares, los
operadores de los reactores no han obtenido permiso para volver a
ponerse en marcha. De esta manera, Japón se encuentra en el presente sin
aportación de las nucleares al mix eléctrico japonés sin que haya
habido problemas de suministro en dicho país.
No es algo que deba sorprender. Por su propio funcionamiento, las
centrales nucleares son incapaces de regular la producción, por una
parte, y por otra, cuando paran lo hacen bruscamente, provocando una
caída instantánea de alrededor de 1000MW en la red. Por lo tanto es
necesario tener preparadas otras centrales, que puedan aportar a la red
la potencia necesaria para sustituir los eventuales problemas que tengan
las nucleares.
Sin ir más lejos, el año pasado estuvieron parados cuatro de los ocho
reactores españoles, en tres ocasiones. Al igual que en Japón, la
existencia de las nucleares obliga a tener disponible una potencia
térmica fósil – de gas o carbón – de un orden similar, para evitar
cortes bruscos de electricidad. Si se siguiera la misma política con las
renovables, esto es, si éstas aportaran a la red toda la electricidad
posible, salvo cuando las condiciones meteorológicas fueran adversas,
gas y carbón solo aportarían un máximo del 25% de cobertura de la
demanda, a lo largo del año.
Pero al estar obligada la red a absorber los 7700 MW nucleares, de
forma constante – salvo las paradas no programadas provocadas por algún
incidente y las programadas para recarga y mantenimiento– la potencia
instalada de renovables tiene un límite muy inferior al que tendría si
no existieran las centrales de uranio. Con ello también se aumenta la
proporción de electricidad de origen fósil, no solo para sustituir a los
reactores parados, sino para cubrir la parte de la demanda a la que no
llegan las renovables, por no tener suficiente potencia instalada, con
las ineficiencias que esto genera en el parque eléctrico.
Ecologistas en
Acción celebra que ya no quede ningún reactor en funcionamiento en
Japón, y hace un llamamiento al Gobierno para que suspenda sus ataques a
las renovables y determine un calendario de cierre de las centrales
nucleares, innecesarias, caras, peligrosas y que generan unos residuos
muy peligrosos para los que no hay solución durante miles de años.
Fuente: Ecologistas en acción
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