Hace casi ochenta años, desde
que fue descubierto, el bisfenol A se encuentra en el punto de mira,
pero nunca hasta este preciso momento los científicos se habían
encontrado con tal cantidad de datos que refrendasen los peligros que dicho compuesto puede acarrear.
El bisfenol A se encuentra en un gran número de productos que
utilizamos en nuestra vida cotidiana ya que forma parte del plástico
policarbonado, que conforma los envases de determinados productos
alimenticios, los CD o, incluso, los biberones infantiles.
Este mismo martes, la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de
Francia (Anses) ha publicado uno de los informes más alarmantes respecto
al BPA, en el que asegura que puede ser altamente dañino para las generaciones venideras, especialmente en lo que respecta al cáncer de pecho. Se
trata de un compuesto que, en mayor o menor grado, se encuentra en el
organismo de todas las personas, y que se elimina a través de la orina.
Hasta la fecha, los Informes de Evaluación de Riesgo realizados por
la Unión Europea señalaban, después de la evaluación de más de mil
estudios, que no existe ninguna relación entre el compuesto y el cáncer.
Sin embargo, la reciente investigación asegura que aquellos fetos que
han sido expuestos en el útero a las mismas tasas de BPA que suele tener
la población general tienen más posibilidades de sufrir cáncer de pecho
cuando crezcan. El estudio señala que en un 23% de los casos, las
mujeres embarazadas están expuestas a niveles del compuesto
potencialmente peligrosos.
Este duro análisis se encuentra en sintonía con los movimientos que
se están produciendo en la política francesa, ya que el pasado 10 de
octubre, el Senado francés declaró ilegal el compuesto al ser
considerado como perjudicial para la salud, una medida refrendada por la
Asamblea Nacional en diciembre y que tendrá que implantarse de aquí al
año 2015. A la hora de prohibir el compuesto fue determinante la
participación de un grupo de biólogos franceses, que comprobaron que el
BPA puede tener efectos negativos en la fertilidad, así como ocasionar
cáncer de mama o diabetes. Sin embargo, consideraron que algunos de los
problemas que se habían localizado en animales, como los que afectaban a
la próstata o al tiroides, no han gozado de suficiente evidencia
científica como para asegurar dicha relación, si bien no deben
descartarse aún.
Un nuevo panorama legislativo
Los resultados de dicha investigación acaban de ver la luz pública, y
quizá obliguen a rediseñar la legislación que sobre el compuesto existe
en otros países como España, donde el pasado año la Fundación Vivo Sano
pidió seguir el ejemplo francés y prohibir el BPA, ya que se
trata, en su opinión, del “mayor disruptor endocrino”. La Unión Europea,
hasta la fecha, solamente ha prohibido la fabricación de biberones
infantiles con este compuesto, una medida aprobada en 2011. El
reglamento comunitario vigente, el 10/2011/EU, indica que el límite de
migración específico se encuentra en 0,6 mg/Kg.
La última noticia que concierne a la Unión Europea es la referida a
la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que la pasada
semana anunció que retrasaría su pronunciamiento sobre el bisfenol A hasta el mes de noviembre,
a pesar de que estaba previsto en un primer momento para mayo. El
Parlamento Europeo votó el pasado mes por la aceleración de las
decisiones sobre este compuesto, con el objetivo de aplicar el principio
de precaución ante la posibilidad de la existencia de unos potenciales
efectos negativos.
¿Dónde se encuentra?
El estudio francés también señala cuáles son las principales fuentes
de contagio del componente. La primera es la dieta, que supone el 84% de
la exposición al BPA de la mujer embarazada. De ese porcentaje,
alrededor de la mitad pertenece a la resinas epoxi que se obtienen de la
reacción del bisfenol A con epiclorohidrina, que suelen estar presentes
en un gran número de botes o envases en los que se comercializan
los alimentos. Esto también ocurre con el agua embotellada. Sin
embargo, se desconoce de dónde proviene entre el 25 y el 30% del BPA
presente en los organismos de las mujeres analizadas. Debido a que forma
parte de los plásticos policarbonados, el compuesto también puede ser
encontrado en coches, aviones, gafas, utensilios médicos o barnices.
Uno de los casos más preocupantes, señala la investigación, es el de
las cajeras que trabajan continuamente con tickets de compra. Como ya
indicase otro estudio publicado en el año 2010, al igual que ocurre con los recibos de aparcamiento, en la tinta de dichos documentos también hay cierta cantidad de BPA,
algo que fue reconocido tanto por la dirección del grupo Carrefour como
por la papelera Koehler. Los hijos de aquellas madres con más contacto
con dichos recibos tienen, según Anses, más probabilidades de sufrir
problemas de comportamiento, obesidad o alteraciones del aparato
reproductor femenino. Esto ha conducido a que algunos de los nuevos
recibos sean impresos con otros tipos de bisfenol A menos dañinos.
Una historia interminable
El bisfenol A se ha encontrado en el punto de mira de científicos y
legisladores desde hace unos cuantos años, aunque aún no se haya
conseguido llegar a un consenso definitivo sobre el tema, sobre
todo en su relación con enfermedades tan diversas como las anteriormente
nombradas o la pubertad precoz. En septiembre de 2008, un estudio
publicado en el Journal of the American Medical Association
señaló que aquellas personas con un mayor nivel de BPA en el organismo
tenían un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes
tipo 2 y anormalidades en las enzimas hepáticas. En 2010, otro informe
realizado por la Administración de Alimentos y Fármacos de Estados
Unidos (FDA), que en el pasado se había mostrado escéptica respecto a
los auténticos efectos del compuesto, intentó concienciar a los
ciudadanos americanos y empresas productoras de los problemas asociados
al BPA.
Muchas de las nociones existentes sobre el bisfenol se debaten aún
entre el mito y la realidad. El European Information Centre on Bisphenol
A creó una página
destinada a aclarar algunos de los puntos sobre el BPA en los que
existen mayores dudas, generalmente con el objetivo de acabar con el
pánico colectivo sobre el componente. Por ejemplo, la organización considera que no se puede considerar el BPA como un “disruptor hormonal o endocrino”,
que sólo se transfiere a los alimentos en un grado muy bajo y en pocas
ocasiones y que no se ha demostrado aún que exista un vínculo entre el
componente y la obesidad infantil.
Al contrario que lo que ocurre actualmente en la Unión Europa, la
organización considera que la inexistencia de riesgos sobre el bisfenol A
está tan demostrada que no es necesario aplicarle ningún principio
cautelar. Sea como sea, lo que está claro es que uno de los grandes
retos que tiene la ciencia por delante durante los próximos años es
averiguar el auténtico alcance de los efectos negativos de este compuesto.
Fuente: El confidencial
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