01 octubre 2013

Según la NASA el 3% del bosque amazónico se incendió en la primera década del siglo XXI

Según la NASA el 3% del bosque amazónico se incendió en la primera década del siglo XXI
Un nuevo estudio realizado por la Agencia Nacional Espacial de Estados Unidos (NASA por su sigla en inglés), que evaluó la extensión de los incendios producidos bajo la cubierta forestal, reveló que se incendiaron 85.500 kilómetros cuadrados (33.000 millas cuadradas) o un 2,8 por ciento de la selva Amazónica entre 1999 y 2010, es decir durante la primera década del siglo XXI…

El estudio, publicado el 22 de abril en el periódico Philosophical Transactions of the Royal Society B, utilizó datos de satélites con el fin de demostrar que, hace algunos años, los incendios de sotobosques destruyen una mayor extensión forestal que el área deforestada para la agricultura y el pastoreo de ganado. Sin embargo, el estudio no encontró ninguna correlación entre los incendios de sotobosques y la deforestación, según la reseña del estudio publicada por la edición española de mongabay.com.




“Se puede pensar que la actividad de deforestación podría incrementar de manera significativa el riesgo de incendio en las áreas forestales adyacentes ya que los incendios de deforestación son un infierno imponente y masivo”, expresó en una declaración el autor principal del estudio, Doug Morton, del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA. Se hace una fogata que mide un kilómetro cuadrado, arrojando cenizas y precalentando el bosque adyacente. ¿Por qué no ocurrieron más incendios en 2003 y 2004, cuando la tasa de deforestación era muy alta?


La respuesta reside en los datos sobre la humedad emitidos por la Sonda Infrarroja Atmosférica (AIRES), un instrumento que se encuentra en el satélite Aqua de la NASA.

Bosques del Brasil y Bolivia los más vulnerables


Este año las temperaturas más altas de lo normal en la zona tropical del Atlántico Norte sugieren un riesgo superior a la media de los incendios de este verano y principios del otoño. Los estados brasileños de Mato Grosso, Pará, Rondônia y Acre, así como los departamentos bolivianos de Santa Cruz, Beni y Pando son particularmente vulnerables según el estudio de la NASA.


La frecuencia de los incendios de sotobosques coincide con la baja humedad durante la noche, que permite que se extiendan los incendios de baja intensidad. En otras palabras, las condiciones climáticas parecen ser el factor más importante en el área afectada por incendios de sotobosques.


Por lo tanto, según Morton, las áreas con un nivel bajo de deforestación pueden experimentar una alta tasa de incendios.


“Se pueden observar grandes incendios de sotobosques dentro de una reserva aborigen donde no hay deforestación”, expresó Morton. “La presencia humana en la frontera de deforestación produce un riesgo de incendios forestales cuando las condiciones climáticas son propicias para producir un incendio, se realice o no alguna actividad de deforestación”.


Los investigadores midieron por primera vez la extensión y la frecuencia de los incendios de sotobosques en un área de estudio (verde) que abarcaba 3 millones de metros cuadrados (1,2 millones de millas cuadradas) en la selva amazónica sur. Los incendios se extendieron a través de la frontera forestal durante el período de tiempo en que se realizó el estudio, desde 1999 a 2010. Sin embargo, incendios recurrentes se concentran en áreas favorecidas por la confluencia de condiciones climáticas propicias para generar incendios y fuentes de ignición creados por el hombre. Crédito de la fotografía: Observatorio de la Tierra de la NASA.


Mientras que los incendios de tamaño reducido pueden parecer insignificantes si no están relacionados con la deforestación, otro estudio ha demostrado que estos incendios pueden tener un gran impacto sobre los bosques al reducir su resiliencia.


“Cuando se incendia un bosque por primera vez, las llamas rara vez exceden los 30 o 40 cm. de altura, y el fuego se expande lentamente a través de la capa vegetal”, Jos Barlow, un investigador de la selva Amazónica no afiliado al estudio de Philosophical Transactions of the Royal Society B, le explicó a mongabay.com. “Aunque estos incendios parecen relativamente inofensivos ,en realidad, son muy destructivos ya que la mayoría de los árboles de las selvas poseen una baja tolerancia al calor, y su lenta velocidad hace que las llamas estén en contacto con los árboles por largos períodos de tiempo. Como resultado, incluso los incendios de baja intensidad destruyen hasta un 40 por ciento de árboles. También constituyen el primer paso en el ciclo de retroalimentación positivo, en el que los árboles muertos abren paso a la cubierta forestal y le añaden combustible al suelo del bosque, haciendo que el bosque sea más inflamable y aumentando el peligro de que se produzca otro incendio”.


Los bosques que se han incendiado tienen el doble de probabilidades de ser deforestados que los bosques que no han sufrido incendios, principalmente, porque los incendios siguientes se desarrollan con mayor velocidad e intensidad y producen una mayor destrucción de árboles.


De esta manera, los nuevos descubrimientos tienen gran repercusión en el pronóstico del futuro de las selvas Amazónicas. Con los modelos climáticos que proyectan condiciones áridas en zonas extensas de la selva Amazónica del sur, la incidencia y la extensión de incendios en superficies reducidas pueden aumentar, incrementando los efectos de la sequía inducida por el cambio climático. El resultado podría incrementar las emisiones de carbono de los bosques que se incendian.


“Todavía no tenemos una estimación firme sobre qué emisiones netas de carbono provienen de incendios de sotobosques, sin embargo, los daños extensos sugieren que son una fuente importante de emisiones que necesitamos considerar”, declaró Morton.


A veces, las emisiones provenientes de incendios en años de sequía en la cuenca amazónica pueden competir con las emisiones de algunos de los países más grandes del mundo. Por ejemplo, un estudio publicado en 2011 en el periódico Environmental Research Letters estableció que la sequía épica en 2010 que tuvo lugar en la selva Amazónica originó la emisión de aproximadamente 500 millones de toneladas de carbono (1,8 mil millones de toneladas de dióxido de carbono), o más que las emisiones anuales de efecto invernadero de la India.

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