¿Por qué se oye cada vez menos el canto de las aves en muchas zonas?
¿Están los insecticidas llevándose por delante las poblaciones de
pájaros? Un artículo científico en la revista Nature asocia el
insecticida más usado del mundo con la reducción de las poblaciones de
algunas especies de pájaros. La investigación, realizada por la
universidad holandesa de Radboud en Nijmegen, muestra cómo coinciden las
zonas en cuyas aguas se miden concentraciones altas de un famoso
insecticida de la multinacional Bayer, el imidacloprid, con las áreas en
las que están cayendo de manera más notable las poblaciones de
diferentes especies de aves. Las víctimas estudiadas son,
fundamentalmente, aves insectívoras que cada vez se ven en menor número
en muchas zonas agrarias.
Es toda una siniestra ironía que los insecticidas químicos sintéticos puedan estarse llevando por delante a los pájaros
insectívoros, es decir, a los más consumados insecticidas biológicos.
Unos seres que, además de cumplir ésa importante función, dotan de una
belleza y poesía sin par, con sus plumajes y cantos, los campos. Pero
eso es lo que sugiere el estudio realizado en los Países Bajos y
publicado en Nature.
Aunque el estudio se ha realizado sobre poblaciones de pájaros
en Holanda, al ser este insecticida el más usado en la agricultura a
escala planetaria, sus conclusiones podrían ser aplicables a zonas mucho
más extensas del planeta. Y, además, debe tenerse en cuenta que los
pájaros son especies bioindicadoras.
Es decir, que lo que pasa con ellas revela impactos que afectan a todo el ecosistema (hombres incluidos) y no a los pájaros
solo. Ese es el motivo por el que dentro de los indicadores de la
calidad de vida de Eurostat se incluyen parámetros como el de las
poblaciones de aves o de las mariposas. Y ambas, por cierto, están cayendo en toda Europa en las últimas décadas.
La investigación combina los datos detallados existentes sobre las tendencias de las poblaciones de aves
a nivel local en numerosos puntos a lo largo y ancho de toda la
geografía de ése país y una serie de factores ambientales que se dan en
cada uno de ellos, entre los cuales se cuentan las concentraciones de imidacloprid
en las aguas superficiales. La conclusión es que se ve una relación
entre el imidacloprid y posibles efectos dañinos indirectos, a través de
la cadena alimentaria, sobre estas aves. Dicen los investigadores
holandeses que deben cambiarse las leyes y que "la futura legislación
debería tener en cuenta los potenciales efectos en cascada que tienen
los neonicotinoides sobre los ecosistemas".
"Nuestros resultados" -dicen los autores del estudio- "sugieren que el
efecto de los neonicotinoides sobre el medio natural es incluso más
sustancial de lo que había sido reportado recientemente y que recuerda a
los efectos de los pesticidas persistentes en el pasado". Se refieren a
los efectos que, allá por los años 60, llevaron a la bióloga
norteamericana Rachel Carson a poner el título de Primavera silenciosa
su más famoso libro. El título procedía del impacto psicológico
tremendo que producía la idea de una primavera sin los cantos de las aves.
Y es que el inicio del uso masivo de aquella primera generación de
pesticidas, los pesticidas organoclorados persistentes como el DDT, tuvo
como una de sus primeras consecuencias una aterradora desaparición de
los pájaros
en muchas zonas. El uso de aquellas primeras sustancias, que todavía
tenemos en nuestros cuerpos como una herencia envenenada buena parte de
los occidentales, fue sustituido por el de otros pesticidas que siempre
se presentaban como más "ecológicos" hasta que finalmente acababa
demostrándose que también causaban consecuencias lamentables. Así hasta
que en los años 90 del pasado siglo se extendió el uso de los
insecticidas neonicotinoides, que también se presentaron inicialmente
como una panacea supuestamente "ecológica". Hasta que parece que de
nuevo, con estudios como este de Holanda, o como los centenares de
investigaciones recogidos en un reciente informe de la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la máscara
caiga y se vea el verdadero rostro de estas sustancias. Es como la
historia de nunca acabar. Nunca parece aprenderse. Y siempre se repite
el mismo esquema de negación por parte de los fabricantes como sucede
ahora también con Bayer,
que se aferra a que sus productos cumplen todos los "controles".
"Controles" cuya fiabilidad está siempre en discusión, ya que en ellos
siempre parecen tener demasiado peso los intereses de los que debieran
ser "controlados". ¿Estamos ante una nueva forma de Primavera
silenciosa?
El estudio no olvida aludir a los datos que muestran, de modo más
extenso, cómo se ha asistido a un declive progresivo de las especies de aves
en los entornos agrarios europeos. Pero apuntando que hay diferencias
locales en la intensidad de ése declive. Diferencias que el estudio
holandés intenta explicar estableciendo qué puede causarlas, analizando
el peso relativo que pueden tener algunos hechos como las
concentraciones de pesticidas neonicotinoides en las aguas superficiales
o cambios en el uso de las tierras, entre otros factores. Factores como
la presencia de áreas urbanas, barbechos, zonas naturales,
invernaderos,... y otros que pudieran afectar.
Tal y como resalta Hans de Kroon, supervisor de la investigación "se
buscaron muy a fondo otros factores que podrían estar relacionados con
la caída de las poblaciones de aves. Nuestro análisis muestra que,
basándose en nuestros datos, el imidacloprid
fue con mucho el factor que mejor podía explicar las diferencias
observadas en las tendencias de cada población de aves en unas zonas y
otras".
El estudio de la Universidad de Radboud Nijmegen y el centro Sovon de
ornitología de campo, ha combinado datos de aguas y de conteos
sistemáticos de pájaros tomados antes y después de que el imidacloprid
fuese introducido en 1995. Y aunque ya se habían observado declives en
las poblaciones de aves de entornos agrarios antes de ésa fecha, "ésas
diferencias locales en este declive que nosotros hemos establecido
después de la introducción del imidacloprid, no habían sido vistas en
los conteos realizados antes de ésa fecha", comenta Ruud Foppen, uno de
los participantes en el estudio. Holanda cuenta desde hace tiempo con
una de las redes más densas de seguimiento de aves en el mundo. Ello
hace que se disponga de datos bastante precisos sobre sus poblaciones,
su número de ejemplares y su evolución a lo largo de los años. Tal es el
caso de aves como las golondrinas
comunes o los estorninos u otras que suelen moverse por los setos y
márgenes junto a los campos. Ello ha permitido cruzar datos como ésos
con los datos sobre la presencia de ciertos contaminantes en las aguas
recabados durante años por las autoridades en las diferentes zonas.
Resulta que, aparte de que las aves beban en ellas, las masas de agua son claves para muchos insectos
que sirven de alimento a los pájaros. Se trata de invertebrados que
desarrollan una parte importante de su ciclo vital en el líquido
elemento. Y lo que han visto es que "a mayores concentraciones de imidacloprid
en las aguas superficiales mayores declives observados en los números
de aves. Se estudiaron quince especies de aves. Y se vio que el número
de ejemplares decrecía en una media del 3,5% anual en las áreas con más
de 20 nanogramos de imidacloprid por litro. Una concentración que es
grandemente superada en muchas partes de Holanda", comentan los autores.
De hecho, estudios anteriores muestran que en algunas zonas la
concentración era tal que ése agua, por sí misma, podía usarse como
insecticida. De hecho, comentan los investigadores, el imidacloprid es
uno de los pesticidas que suelen encabezar de manera continuada las
listas de sustancias contaminantes que superan los límites permitidos en
los Países Bajos.
No deja de ser llamativo que "las poblaciones de aves hayan declinado
más rápido en los lugares con una mayor contaminación por estos
neonicotinoides", como apunta otro cientifico, Dave Goulson, ante los
resultados de esta investigación, en una nota aparecida en la misma
publicación.
El imidacloprid se usa en agricultura y horticultura para tratar
semillas y bulbos (vendiendo las semillas ya recubiertas con el veneno,
para que parte de este sea absorbido por la totalidad de la planta) y
tambien se fumiga en invernaderos y en campo abierto. Y afecta al
sistema nervioso central de los insectos,
desorientándolos, paralizándolos y causándoles la muerte. El hecho de
que los neonicotinoides tengan una persistencia en los suelos
relativamente alta, con cierto potencial de acumulación, y que sean
solubles en agua crea escenarios muy preocupantes.
Los investigadores dicen que "entre las posibles explicaciones (del declive de las aves) está la falta de comida (insectos),
comer insectos contaminados o una combinación de ambas cosas. Para unas
pocas especies no puede excluirse que comer semillas recubiertas con
insecticida sea una explicación. No está claro si el éxito en la
reproducción está bajando o si es la mortalidad la que lo hace, o ambas
cosas a la vez". En consonancia con lo expresado en una reciente
revisión de centenares de estudios científicos hecha pública por la
Unión de Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)
comenta de Kroon que aunque "los neonicotinoides han sido siempre
tenidos por tóxicos selectivos, nuestros resultados sugieren que podrían
afectar a todo el ecosistema" Entre las aves significativamente
afectadas en relación a las concentraciones de imidacloprid, después de
realizar una serie de correcciones muy exigentes para evitar posibles
factores de error, el estudio holandés incluye especies como la alondra
(Alauda arvensis), la golondrina común (Hirundo rustica), la lavandera
boyera (Motacilla flava) , el estornino común (Sturnus vulgaris), la
curruca zarcera (Sylvia communis) o el zorzal charlo (Turdus
viscivorus). Aunque se observaban efectos negativos, a ciertos niveles,
en 14 de las 15 especies estudiadas en total. Otras aves estudiadas
fueron el carricero políglota (Acrocephalus palustris), el carricerín
común (Acrocephalus schoenobaenus), el carricero común (Acrocephalus
scirpaceus), bisbita común (Anthus pratensis) , escribano cerillo
(Emberiza citrinella) , zarcero icterino (Hippolais icterina), gorrión
molinero (Passer montanus), mosquitero musical (Phylloscopus trochilus),
y la tarabilla europea (Saxicola rubicola). Son mayoritariamente aves
insectívoras, aunque algunas como estorninos, gorriones molineros,
alondras, escribano cerillo, bisbitas o zorzales pueden alimentarse
también de semillas, lo que hace posible que ingieran las que están
recubiertas con el imidacloprid.
Otras investigaciones, por otro lado, han mostrado que en zonas con
mucho imidacloprid, las poblaciones de invertebrados que son claves para
la alimentación de las aves estudiadas, singularmente durante la época
de cría, han caído espectacularmente. Así ha pasado con dípteros
(moscas), efémeras, odonatos (libélulas), escarabajos y hemípteros. No
conviene subestimar la relevancia de la degradación de las poblaciones
de pequeños animales de las aguas, que puede tener efectos relevantes,
al alterar la base de las cadenas alimentarias de las que dependen
muchos otros organismos (peces, aves, mamíferos,…).
En concreto, una investigación conducida también por científicos
holandeses, mostró que el imidacloprid podía contaminar el agua y causar
una importante degradación de las comunidades de seres vivos existentes
en ella, con efectos sobre las poblaciones de algunas especies de
pequeños crustáceos y efémeras, y en alguna medida libélulas. También
sobre los tricópteros, que son tenidos, de hecho, como excelentes
indicadores de la calidad de las aguas. Según esta investigación,
publicada en la revista científica PLoS One (Public Library of Science),
en las aguas contaminadas con este insecticida había un 70% menos de
especies de invertebrados que en las no polucionadas con él (17 especies
frente a 52) llegaron a contarse en unas y otras. Además, las especies
presentes en las aguas afectadas tenían menos individuos.
Pero, como ya se apuntó, los científicos autores del estudio sobre las
aves holandesas, no tienen claro que esta pérdida de alimento sea el
único factor. Como dicen en su trabajo "la reducción de los recursos
alimentarios puede no ser la única o incluso la más importante causa del
declive. Otras posibles causas incluyen la acumulación alimentaria de
este neonicotinoide a través del consumo de invertebrados contaminados
y, por parte de las seis especies de aves parcialmente granívoras
implicadas, efectos subletales o letales por la ingestión de semillas
recubiertas con el insecticida". El peso relativo que pueda tener cada
una de las posibles causas debería ser investigado con urgencia, añaden.
El descenso de aves observado en Holanda, tiene un reflejo a escala de
toda Europa, donde se está asistiendo a una enorme caída de las
poblaciones de aves de los entornos agrarios considerándose la
intensificación agraria como "el principal factor causal" según los
científicos holandeses. Apuntando que "entre los aspectos de la
intensificación se sabe que los pesticidas son una importante amenaza
para las aves agrarias".
España, obviamente, no es ajena a la situación descrita. Según los datos
dados a conocer hace algún tiempo por la asociación conservacionista
SEO/Birdlife. Los resultados del llamado programa Sacre de seguimiento
de la avifauna en primavera muestran como desde 1998 han descendido
notablemente algunas poblaciones de aves ligadas a los entornos
agrícolas españoles. Era algo que ya habían notado muchos amantes de la
Naturaleza, pero a falta de datos concretos podía parecer una mera
impresión subjetiva. Ahora se sabe que era un hecho cierto que se ha
cuantificado.
Entre las aves que han experimentado una particular “gran depresión” en
el número de ejemplares destaca el alcaudón real. Antaño era
extraordinariamente común verlo posado sobre postes, arbolillos,
cables,… Sin embargo hoy los campos españoles tienen un 57% menos de
alcaudones reales que en 1998. Al drama no escapan aves de interés
cinegético como la codorniz. También ha desaparecido más de la mitad de
ellas. En concreto un 53%. La simpática grajilla, un pequeño córvido, ha
caído un 44%. La golondrina había caído un 41%. El cernícalo vulgar ,
un pequeño halconcillo que es un deleite observar cerniéndose sobre los
campos, ha bajado un 39%. El mismo porcentaje en el que ha desaparecido
también una de las aves más queridas de nuestros campos, el sagaz
mochuelo. Un 34% menos de calandrias cantan en nuestros cultivos, un 29%
menos de tórtolas europeas, un 16% menos de perdices rojas,… y así con
otras especies.
El programa Sacre de SEO/BirdLife acumula observaciones exhaustivas
sobre 125 especies. Y ha registrado un descenso de buena parte de las
especies ligadas a ambientes agrarios. Curiosamente, a las aves de otros
hábitats les ha ido, en general, mejor. Por ejemplo a algunas aves
generalistas que no hacen ascos a la vida en la ciudad (como la tórtola
turca o la paloma torcaz) o a otras propias de medios forestales (como
el pinzón vulgar y el pico picapinos).
La explicación hay que buscarla, tal y como destacaba Juan Carlos del
Moral, de SEO-Birdlife, en las “rápidas y profundas alteraciones que ha
sufrido el medio ambiente agrario, con el desarrollo de la agricultura
intensiva, la desaparición de la ganadería extensiva y el abandono
rural, y el uso masivo de productos químicos como los pesticidas. A esta
última causa se le atribuye un papel muy importante”. También, en
algunos casos, han influido otros factores, como determinadas
actividades cinegéticas no controladas. Al final es una conjunción de
causas las que se han dado la mano para hacer desaparecer enormes
cantidades de aves de nuestros cultivos.
Este año un ave ha merecido una atención especial: la golondrina, al ser
declarada ave del año por SEO-Bird-Life. Al presentarla como tal, la
entidad conservacionista advirtió que su población, que oscila con altos
y bajos según los años, estaba presentando un fuerte descenso en sus
poblaciones con una tendencia general progresiva a la caída. Así se
había medido un descenso superior al 30% de ejemplares en el periodo
1998-2013, lo que implica la desaparición de 10 millones de golondrinas.
La SEO advertía también, por otro lado, que a escala europea "su
población experimenta un declive aún mayor que el observado en España.
Los datos del European Bird Census Council (EBCC), indican un descenso
en toda Europa del 35% para el periodo comprendido entre 1990-2011".
Entre los factores destacados por la SEO destacaba el uso de
insecticidas.
La primavera de la agricultura española, como la de otras zonas del
planeta, es cada vez más silenciosa, parafraseando el título del libro
de la científica norteamericana que hace unas décadas denunció los
estragos que estaban causando los pesticidas en la Naturaleza. Y ésa Primavera silenciosa, por la química y otros factores, puede ser una seria advertencia, bastante desoída, para los propios seres humanos.
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