En
el país que más reclama sus colmillos y cuyo furor por el marfil está
poniendo en riesgo la supervivencia de su especie, los elefantes han
encontrado la libertad: diez mil kilómetros de reserva natural gobernada
por paquidermos salvajes con la que se busca concienciar.
Resulta
irónico, dice un turista procedente del sureste asiático al llegar a la
reserva natural de Mengyang, en el sur del país y ubicada en la comarca
de Xishuangbanna, la llamada “Tailandia china”, limítrofe con Laos y
Birmania (Myanmar).
Desde una pasarela de madera elevada a unos
metros del suelo, el viajero no ve lo que busca. Pero espera, confiado
en que alguno de los 150 elefantes salvajes que habitan esta reserva
aparezca.
“Según nuestros cálculos, suelen pasar por aquí cada 1,3
días”, dice a Efe Zhang Zhongqin, una de las encargadas de la oficina
que administra este enorme espacio, por el que no se puede pasear a no
ser que seas uno de sus empleados y que el turista sólo puede disfrutar
desde pasarelas elevadas.
En Mengyang, los elefantes salvajes campan a
sus anchas por un bosque que cuenta con todos los recursos que
necesitan y que, según describe uno de los veterinarios de la reserva,
Bao Minwei, “es uno de los mejores lugares del mundo para paquidermos”.
“La
razón principal es el entorno, con una gran área de bosque sin habitar,
muchos ríos pequeños y con un gran suministro de los alimentos que
consumen”, explica.
Centro mundial del comercio ilegal de colmillos
La
existencia de un espacio de estas características sorprende en un país
como China, que se ha convertido en centro mundial de comercio ilegal de
colmillos de elefantes y cuya demanda está amenazando la especie.
La
mayor parte del marfil que se vende en la segunda economía mundial
procede de África, donde el tráfico ilegal de este material está
provocando una caza furtiva de elefantes sin precedentes, según la
organización WWF.
Aquí en el sur de China, el Gobierno protege a
estos animales y defiende sus derechos por encima, incluso, de los de
los lugareños. “El mayor problema que tenemos ahora son los
enfrentamientos con los campesinos”, explica Yang Zhengbin, investigador
de la reserva especializado en conversación de la fauna y la flora.
“Los
elefantes salvajes no pueden ser controlados y a veces se comen los
cultivos”, explica Yang, quien añade que la lucha entre hombre y animal
acaba con el fallecimiento de dos campesinos al año.
El Gobierno
ofrece compensaciones pero los locales las consideran insuficientes. La
opción de reubicarles no está encima de la mesa. “No tenemos dónde”,
arguye el investigador.
Riesgos
La inexistencia de frontera
física también resulta una amenaza para los elefantes. Al otro lado, les
esperan los cazadores. “En países como Laos y Birmania está menos
controlada la caza y son atacados; aquí hay penas muy duras por matar a
un elefante aunque a veces hay cazadores que cruzan”, comenta Yang.
Desde
la apertura de la reserva en 2008, una decena de personas se encarga de
verificar el estado de salud de los paquidermos y de realizar rescates,
como el de la pequeña Yang Niu, una elefante de dos meses que se
encontraron abandonada hace poco y que sufre un problema de corazón.
Actualmente
diez elefantes están en cuidados en el hospital que instaló la reserva.
“Algunos resultaron heridos por cazadores, otros por peleas entre ellos
o con campesinos”, indica a Efe el veterinario Bao.
“Les intentamos
cuidar y devolverles a la libertad, pero hasta ahora no hemos tenido
éxito. No se vuelven a adaptar”, comenta tras sacar de paseo a Ranran,
quien a los 3 años fue víctima de un cepo de hierro y estuvo a punto de
morir.
La historia de Ranran y de los otros animales que conviven en
el hospital se expone en el museo del recinto. “Nuestro principal
objetivo es concienciar a la gente sobre la protección de elefantes y su
cuidado”, defiende la veterinaria Zhang.
No obstante, a pocos metros
de donde ella habla se organiza un espectáculo diario que contradice el
mensaje que quiere transmitir la reserva, la “escuela de elefantes”, un
show circense de paquidermos.
“Si se preocuparan realmente por los
animales, les tratarían con el respeto que merecen”, critican desde la
organización PETA en declaraciones a Efe.
Tanto Zhang como el
veterinario Bao se desvinculan del circo. “No tenemos nada ver, fue
creado por un tailandés, son elefantes de Tailandia, los que cuidamos y
viven en la reserva son chinos”, defiende la cuidadora, quien asegura
que están en trámites para que el espectáculo se traslade “lejos”.
Fuente: Noticias ambientales Internacionales
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