Además el cancerígeno glifosato ya no es un éxito mundial de ventas. ¿Estaremos viendo la lenta desaparición de Monsanto? La lógica indica que deberíamos:
Es un hecho que vender transgénicos en un mercado cuya oferta es 90% transgénicos no es un buen negocio. Un estudio realizado por expertos en economía recomendó producir orgánicos porque es más rentable.
En el año 2016 los ingresos de Monsanto no fueron los esperados. Se había anunciado que a partir de diciembre / enero el precio de la acción sería de $ 5,60, pero los pronósticos fallaron y la cifra fue de $ 4,40. Se trata de una caída constante que afecta, sin duda, grandes ambiciones.
La India en crisis invitó a Monsanto y su GM Bt a abandonar la nación. Su producto ya no es bienvenido. Desde la Organización Mundial de la Salud catalogaron al glifosato como “probable carcinógeno humano” lo cual es otro clavo en su ataúd. La Unión Europea votó para no renovar la licencia de RoundUp Europa, con Francia presionando para prohibirlo
Y luego están las prohibiciones rusas a sus productos OGM.
Rusia tiene planes de exportar orgánicos a todo el mundo, compitiendo con las demás naciones. La Justicia mexicana falló contra Monsanto impidiéndole cultivar su maíz transgénico. Y Argentina prohibió a Monsanto patentar semillas.
Sin duda, lo único que protege a Monsanto del colapso instantáneo es su gran tamaño. No obstante, “demasiado grandes para caer” no se aplica aquí.
Países como Nueva Zelanda y Suiza se aferran tenazmente a la política de “no tolerar alimentos transgénicos”, y es muy posible que Australia siga los mismos pasos en breve.
Fuente: periodismo-alternativo.com
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