Helados, productos de panificación, chicles, pasta de dientes y en bebidas, en un largo etcétera de alimentos a los que se les añaden para mejorar sus características organolépticas.
Los edulcorantes naturales son de todos conocidos, tenemos los monosacáridos (glucosa, fructosa, galactosa), los disacáridos (sacarosa, lactosa), encontramos edulcorantes derivados de productos naturales como el almidón (jarabe de glucosa), de la sacarosa (azúcar invertido), los azúcares-alcoholes o polioles, como el manitol, sorbitol y xilitol, los fructo-oligosacáridos, o los esteviósidos y la glicirricina. Todos ellos se caracterizan por aportar energía en forma de calorías en menor o mayor medida, desde las cuatro calorías por gramo de los edulcorantes nutritivos hasta las variedades que no aportan prácticamente calorías al organismo.
Frente al grupo de los edulcorantes naturales encontramos los edulcorantes químicos de síntesis o edulcorantes artificiales. Presentan estructuras químicas diferentes unos de otros y se caracterizan por no tener energía útil, no tienen calorías, por lo que se utilizan como sustitutivos del azúcar, aunque a diferencia de los naturales pueden ser tóxicos. Los efectos secundarios de los edulcorantes artificiales van desde dolores de cabeza, migrañas y trastornos del estado de ánimo hasta afecciones a la glándula del timo y deterioro de la función hepática y renal. En este grupo encontramos la sucrolasa, el aspartamo, el acesulfamo, la sacarina y el ciclamato.
La pregunta que nos planteamos como consumidores es si estos edulcorantes artificiales son saludables. Si hacemos caso a la opinión de los fabricantes de alimentos sí que lo son. Nos bombardean con publicidad para convencernos de que los edulcorantes son óptimos, que ayudan a prevenir la caries dental, controlar los niveles de azúcar en la sangre y ayudan a reducir la obesidad mediante la reducción de nuestro consumo de calorías.
De los cinco edulcorantes artificiales la sucralosa y el aspartamo son los substitutos del azúcar más habituales y más peligrosos. Son los que más se usan en alimentación y los que con mayor frecuencia encontramos en las estanterías de las tiendas.
La sucralosa es un edulcorante que se viene utilizando desde 1976 y se comercializa bajo el nombre de Sucralin o Splenda. En la UE se etiqueta con el código E-955. La sucralosa es básicamente sacarosa desnaturalizada por cloración, proceso que cambia la estructura química de la sacarosa y añade tres átomos de cloro a la molécula. El cloro es un carcinógeno de efectos demostrados por lo que su uso entraña riesgos reales para la salud. Entre los efectos secundarios descritos por su consumo encontramos problemas gastrointestinales, irritaciones de la piel, erupciones y urticaria, dificultades respiratorias, destilación nasal y tos, ansiedad, depresión y cambios de ánimo.
El aspartamo es un edulcorante muy polémico desde su descubrimiento por su toxicidad, y se sospecha que su consumo puede ser causa de jaqueca, fatiga, problemas de la visión y ansiedad, tumores cerebrales, defectos de nacimiento, epilepsia, la enfermedad de Parkinson, fibromialgia y diabetes. Se comercializa bajo los nombres de Sucrysan y NutraSweet, y se encuentra en alimentos y bebidas bajos en calorías y sin azúcar, estando presente en yogures, refrescos, sustitutos de azúcar de mesa, chicles, productos de pastelería y postres. Está autorizado en la UE como aditivo E-951. La molécula de aspartamo se forma a partir de tres compuestos, el ácido aspártico, la fenilananina y el metanol. Por encima de los 30º centígrados la molécula se descompone en ácido fórmico y metanol, compuestos tóxicos que afectan al organismo en diferentes formas hasta llegar a provocar la muerte. Los efectos más graves asociados a su toxicidad son el cáncer, la esclerosis múltiple, el lupus o el alzheimer.
No hay ninguna razón para recurrir a los edulcorantes químicos o de síntesis de toxicidad demostrada y arriesgar nuestra salud, cuando ante nosotros tenemos mejores opciones más sanas y saludables. Si no se tiene problemas de salud, problemas de azúcar en la sangre o de diabetes, se puede usar como alternativa al azúcar la miel. Es un súper alimento repleto de enzimas, antioxidantes, hierro, zinc, potasio, calcio, fósforo, vitamina B6, riboflavina y niacina. O bien optar por la stevia (Stevia rebaudiana), planta originaria de América del Sur que se viene utilizando desde hace milenios como edulcorante natural. El esteviosido, uno de los azúcares contenidos en las hojas de la planta, es 300 veces más dulce que el azúcar y no aumenta su concentración en sangre, por lo que su consumo es apto para los diabéticos. Lo encontramos disponible en polvo, liquido en gotas y en pastillas para disolver. No contiene calorías y carece de los efectos secundarios de los edulcorantes artificiales, siendo por ello el edulcorante natural ideal.
Evita el consumo de productos que estén etiquetados como "bajos en calorías", "dieta", "sin azúcar" o "sin azúcar añadido", así como bebidas energéticas o revitalizadoras, ya que todos ellos contienen edulcorantes químicos tóxicos. Es necesario estar vigilantes y mantener fuera de la dieta y de nuestra vida estas sustancias tóxicas.
Fuente: bioecoactual.com
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