Soja |
En las últimas horas portavoces
del Instituto Robert Koch (RKI) y del Instituto Federal de Evaluación de
Riesgos (BFR) han anunciado que la hipótesis más probable sobre el origen de la
epidemia producida por una cepa patógena de Escherichia coli entero-hemorrágica
finalmente son brotes germinados de una explotación de Baja Sajonia. Lo cierto
es que son ya muchos días de acusaciones, hipótesis, alarmas y pistas falsas.
Curiosamente, estos portavoces
afirman a renglón seguido que “todos los análisis realizados en esa empresa
tras convertirse en sospechosa dieron resultados negativos, pero las
autoridades no descartan que el foco infeccioso desapareciera tras su brote
inicial sin dejar rastro”. Lo de siempre, más dudas que certezas. Y eso que se
han puesto a ello el Gobierno de Alemania, los de varios Landers, la propia
Comisión Europea...
La triste realidad es que el
Síndrome Hemolítico Urémico hasta la fecha ha acabado oficialmente con la vida
de 27 personas e infectado a 2.897, según el Centro Europeo de Control de
Enfermedades (30 fallecimientos según otras fuentes del Gobierno Alemán). Sea
cual sea el origen real del problema, los institutos en cuestión y las
autoridades afirman que oficialmente se conoce la cepa causante y al parecer ha
sido secuenciada.
Lo que es una certeza absoluta es
la "guerra" política y comercial intra y extracomunitaria que se ha
desatado; el último eslabón, Rusia, que ha entrado en la "batalla"
cortando las importaciones de hortalizas desde la UE hasta que no se identifique
el origen del problema. Delgada línea la que separa la excusa de la realidad.
Desde el respeto por las víctimas
y por los damnificados productores de frutas y hortalizas de España y de la UE,
en realidad todo ello es la evidenciación de un modelo agroalimentario y de
comercio internacional en constante guerra larvada, un modelo basado en la
"competencia" que lleva al enfrentamiento y desafío constante ... y
este tipo de situaciones no hacen más que abrir las múltiples cajas de pandora
de un sistema agroalimentario en constante crisis. Prueba de ello son las
innumerables controversias y paneles de la Organización Mundial del Comercio.
Sobre las posibles bacterias
transgénicas, Greenpeace no puede pronunciarse acerca de una hipótesis sobre la
cual no tenemos más datos que los que nos llegan por correo, sin suficientes
argumentaciones científicas. Estamos intentando recoger más datos, y si se
confirmara o se supiera más, Greenpeace se posicionaría claramente y actuaría. Esto
también confirmaría lo que llevamos años afirmando, a saber los riesgos de
todos tipo de OMG, sean uni o pluricelulares, cuando éstos son liberados o
"escapan" al medio ambiente.
Aunque Greenpeace no se opone al
empleo confinado de microorganismos transgénicos con finalidades médicas (por
ejemplo bacterias para producción de insulina), siempre hemos alertado sobre la
posibilidad de que estas instalaciones pudieran no ser herméticas y de posibles
pérdidas de material o de microorganismos, aunque solamente fuera a la hora de
deshacerse de los residuos.
En todo caso, lo que parece claro
es que esta "crisis" nos habla la debilidad de un sistema alimentario
que prioriza el comercio internacional sobre la soberanía alimentaria (de los
países y de sus pueblos). Es evidente que es una señal más para que nuestra
sociedad cambie de modelo ... que los “líderes políticos” pueden escuchar o no.
Pero otra certeza absoluta es que el actual modelo agroalimentario global
produce injusticia, muerte, devastación de ecosistemas, enfermedad y cambio
climático.
Esta “crisis” nos habla también
de la debilidad de las agencias que supuestamente deben controlar la seguridad
alimentaria y sanitaria, incluso en los lugares supuestamente más tecnológicos
y ricos del mundo. Nos parece curioso, por ejemplo, que Alemania haya invocado
el principio de precaución a la hora de lanzar alarmas e informaciones,
frenando el consumo de determinadas hortalizas, por lo que pudiera ocurrir,
mientras ecologistas, agricultores y sociedad civil llevamos años exigiendo que
este principio se aplique, por ejemplo, a la producción y consumo de
transgénicos... como si las grandes corporaciones del sistema agroalimentario
se hubieran puesto de acuerdo con las instancias políticas.
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