Hace unas semanas, en unas
Jornadas organizadas por la Dirección General de Protección Civil y Emergencias
sobre el riesgo nuclear y las lecciones aprendidas tras el accidente de
Fukushima, expliqué en mi intervención que, en aquella fecha, en Japón sólo
estaban en funcionamiento 11 de sus 54 reactores nucleares y que los japoneses
no habían sufrido ningún problema de suministro de electricidad, gracias, sobre
todo, a las medidas de ahorro y eficiencia de energía que el Gobierno nipón
había puesto en marcha tras la catástrofe.
En el coloquio posterior, una persona del público, que se identificó como trabajador de la central nuclear de Garoña, tomó la palabra para manifestar su incredulidad sobre ese dato. Sencillamente, no podía creerlo.
En el coloquio posterior, una persona del público, que se identificó como trabajador de la central nuclear de Garoña, tomó la palabra para manifestar su incredulidad sobre ese dato. Sencillamente, no podía creerlo.
El problema de este señor no era
el desconocimiento que tenía de la situación en Japón (fácilmente subsanable
tan sólo navegando por Internet) sino que su posicionamiento pronuclear le
impedía creer que se puede vivir sin centrales nucleares. Con seguridad tendrá
grabado en su mente eso de que “sin energía nuclear, tendríamos que volver a
las cavernas”, que tanto repite el lobby nuclear.
A fecha de hoy, la situación es
aún mejor: sólo 9 de los 54 reactores del parque nuclear de Japón están
funcionando. Casi 40.000 MW del total de 47.581 MW nucleares que tiene
instalado Japón están parados. Y los japoneses siguen teniendo toda la
electricidad que necesitan. No han vuelto a las cavernas, siguen viviendo en
sus casas, utilizando sus electrodomésticos; sus industrias produciendo como
antes del desastre del 11 de marzo pasado.
De esos 45 reactores que no están en operación, una quincena lo están porque fueron seriamente dañados por el terremoto y el tsunami (entre ellos los 6 de la central de Fukushima Daichi y los 4 de Fukushima Daini -estos 10 ya se ha anunciado oficialmente que serán cerrados definitivamente-, y los 3 de la planta de Onagawa). Un par de reactores de la central de Kashiwazaki-Kawira siguen parados desde el terremoto de 2007 en Niigata.
De esos 45 reactores que no están en operación, una quincena lo están porque fueron seriamente dañados por el terremoto y el tsunami (entre ellos los 6 de la central de Fukushima Daichi y los 4 de Fukushima Daini -estos 10 ya se ha anunciado oficialmente que serán cerrados definitivamente-, y los 3 de la planta de Onagawa). Un par de reactores de la central de Kashiwazaki-Kawira siguen parados desde el terremoto de 2007 en Niigata.
El resto lo están porque han sido
parados para someterse a revisiones de seguridad o actividades de mantenimiento
pero no se ha vuelto a autorizar su puesta en marcha. El Gobierno central
japonés parece estar dispuesto a dar luz verde al rearranque de esos reactores
al término de sus respectivas paradas antes de que empiece el invierno, pero no
lo pueden hacer debido a la presión pública y a la ola de escándalos que
protagonizan las empresas titulares y operadoras de las centrales.
En lo que queda de 2011 otros 4 ó
5 reactores tendrán que parar para mantenimiento y seguirá sin haber problemas
de suministro. Es toda una demostración de que la Revolución Energética es
posible: gracias al ahorro de energía y las renovables se pueden cerrar
rápidamente todas las centrales nucleares.
Esperemos que nuestro Gobierno no
tenga que esperar a sufrir un accidente nuclear para empezar a apostar por un
sistema energético eficiente, inteligente y 100% renovable.
Carlos Bravo, responsable de la
campaña Anti-nuclear de Greenpeace
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