14 marzo 2012

Especulando con el hambre


 Cómo controlar el comercio mundial de productos básicos de la alimentación
Los especuladores financieros llevan invirtiendo en el mercado de alimentos antes incluso de la crisis de 2008, provocando un aumento peligrosos del precio de los alimentos. Esto debe ser parado inmediatamente.
La carretera asfaltada era recta y monótona. Íbamos pasando un baobab tras otro, la tierra de color amarillento y polvorienta, a pesar de ser una temprana hora de la mañana. Dentro de viejo auto el ambiente era sofocante. Me dirigía hacia el norte, hacia las grandes plantaciones de Senegal, con Adama Faye, un ingeniero agrónomo que asesora en cuestiones de desarrollo a la embajada de Suiza, y con el conductor Ibrahima Sar. Queríamos comprobar el impacto que está produciendo la especulación financiera en torno a los alimentos, aunque ya disponíamos de la última estadística del Banco Africano de Desarrollo. Pero Faye ya sabía que algo muy distinto nos estaba esperando. En el pueblo de Louga, a 100 kilómetros de San Luis, el coche se paró de forma repentina. “Venga a ver a mi hermana pequeña”, dijo Faye, “ ella no necesita su estadística para explicarle lo que está pasando”.

Había algunos puestos al lado de la carretera, un mercado muy escaso: montones de caupí y yuca, unos pocos pollos cacareando en las jaulas, cacahuetes, tomates, patatas y naranjas y mandarinas españolas. No había mangos, aunque Senegal es conocido por ellos. Detrás de un puesto, una mujer joven con un pañuelo amarillo en la cabeza conversaba con sus vecinos. Era la hermana de Faye, Aisha. Estaba dispuesta a responder a nuestras preguntas, pero se enfadó mientras hablaba. En poco tiempo, una ruidosa multitud de niños, jóvenes y ancianas se reunieron a nuestro alrededor.
Un saco de arroz importado de 50 kilos había subido a un precio de 14000 francos ( 27 dólares) (1), por lo que la comida había que hacerla más acuosa, con sólo unos pocos granos de arroz flotando en el plato. Las mujeres compraban arroz en los tenderetes en pequeñas cantidades. El precio de una botella de agua ha subido de 1300 a 1600 francos; un kilo de zanahorias, de 175 a 245 y una barra de pan de 140 a 175, mientras que un cartón con 30 huevos ha aumentado en un año de 1600 a 2500 francos. Igual ocurría con el pescado. Aisha regañaba a sus vecinos por ser demasiado tímidos en sus apreciaciones: “Dile al toubab (hombre blanco) lo que tenemos que pagar por un kilo de arroz. ¡Díselo! No tengas miedo. Los precios están subiendo casi todos los días.”
Así es como las altas finanzas van provocando el hambre entre la gente, mientras que permanecemos ignorantes de los mecanismos de la especulación.
Se consume más de lo que se vende
El comercio de productos agrícolas es muy distinto del resto: se trata de un mercado donde se consume más de lo que se vende. El economista Olivier Pastré estima que “el comercio internacional de cereales representa poco más del 10% de la producción, si tenemos en cuenta todos los cultivos ( 7% para el arroz). Un mínimo aumento o disminución en la producción mundial puede alterar todo el mercado”. Como la demanda ha crecido, la oferta (producción), se muestra fragmentada, sino también muy susceptible al clima, la sequía, los incendios y las inundaciones.
Por este motivo, a principios del siglo XX se inventaron en Chicago los derivados. Esto quiere decir que su precio deriva de otro activo subyacente, tales como acciones, bonos y otros instrumentos financieros. Se creía al principio que esto iba a permitir a los agricultores del Medio Oeste estadounidense vender sus cosechas a un precio fijo antes de cosechar, de ahí el nombre de “contrato de futuros”. Si el precio de las acciones caía en el momento de la cosecha, el agricultor estaba protegido, y si el precio subía, ganaban los inversionistas.
Pero en la década de 1990 estos activos comenzaron a utilizarse para especular en lugar de cumplir el objetivo de medida preventiva. Heiner Flassbeck, economista jefe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), estableció que entre 2003 y 2008, la especulación en torno a las materias primas que utilizan los fondos índice (2) (Los fondos índice son fondos de inversión de renta variable que tratan de replicar el comportamiento de un índice bursátil. ), aumentó en un 2300% (3). Al finalizar este período, el repentino aumento del precio de los alimentos básicos provocó disturbios por los alimentos en 37 países. La televisión mostró imágenes de las mujeres haitianas en los tugurios de Cité-Soleil haciendo tortitas de barro para alimentar a su hijos. Se produjeron disturbios en las ciudades, saqueos y protestas de cientos de miles de personas en la calles del El Cairo, Dakar, Bombay, Puerto Príncipe y en Túnez, pidiendo pan para sobrevivir, algo que acaparó las portadas de los medios de comunicación.
El índice de precios de 2008 publicado por la Organización para la Agricultura y la Alimentación de la ONU (FAO) indica un aumento promedio del 24% con respecto al precio de 2007 y un 57% más que en 2006. La fabricación de bioetanol en los Estados Unidos – impulsado por los subsidios anuales de 6 mil millones de dólares a los productores del llamado oro verde- reduce de forma considerable la oferta de Estados Unidos en el mercado mundial de maíz. Dado que el maíz es un importante alimento para la ganadería, su escasez en los momentos de aumento de la demanda de carne, también contribuyó al alza de los precios a partir de 2006. “Otroalimento fundamental es el arroz, que ha seguido más o menos la misma tendencia”, dijo el economista Philippe Chalmin, “aumentando los precios en Bangkok de 250 dólares a más de 1000 dólares la tonelada”. De repente el mundo se dio cuenta en el siglo XXI que decenas de millones de personas estaban muriendo de hambre. Sin embargo, esto apenas se ha dicho y poco se ha hecho.
Alarma en el Senado de los Estados Unidos
La especulación con los alimentos se ha incrementado con la crisis financiera: ante la confusión creada, los especuladores, en particular los fondos de cobertura, se han trasladado a los mercados agrícolas. Para ellos, todos los recursos del planeta son presa fácil de la especulación, incluidos alimentos básicos como el arroz, el maíz y el trigo, que en conjunto representan el 75% del consumo mundial de alimentos (50% para el arroz). De acuerdo con un informe de 2011 de la FAO, sólo el 2% de los contratos de futuros de materias primas están fijados en el momento de la entrega del producto. El otro 98% es comercializado por los especuladores antes de que llegue la fecha de caducidad.
El fenómeno alcanzó tales proporciones que el Senado de Estados Unidos trató esta cuestión, y en julio de 2009 denunció una “excesiva especulación” con el trigo, criticando el hecho de que algunos comerciantes habían realizado 53.000 contratos de futuros de trigo en un momento dado. El Senado también se quejó de que seis fondos índice fueron autorizados para mantener al mismo tiempo 130.000 contratos de trigo, 20 veces más que el límite autorizado para los operadores financieros estándar (4).
El Senado de Estados Unidos no fue el único en hacer saltar las alarmas. En enero de 2011 otra institución denunció el aumento de los precios de las materias primas, particularmente de los alimentos, siendo una de las mayores amenazas para el bienestar de las naciones, semejante a la guerra cibernética y las armas de destrucción masiva. Esta institución era nada menos que el Foro Económico Mundial (WEF) de Davos.
La crítica es sorprendente, dado el método de este exclusivo grupo de reclutamiento. El fundador de la FEM, el economista suizo Klaus Schwab, no ha dejado a los 1000 miembros de su club a la intemperie. Sólo los jefes de empresa con una facturación de más de mil millones de dólares son invitados a unirse. Los miembros pagan una cuota de 10.000 dólares, lo que les da acceso a todas las reuniones. Entre ellos se encuentran muchos especuladores.
Los discursos de apertura de 2011 en Davos, ya señalaban con claridad el problema. Los delegados condenaron enérgicamente a los especuladores irresponsables que, en busca de su solo beneficio, destruyen los mercados de alimentos y provocan un aumento del hambre en el mundo. El tema se discutió en seminarios, conferencias, fiestas y reuniones privadas en los hoteles. Parece extraño que la cuestión del hambre en el mundo sea objeto de debate en los restaurantes, en los bares y los bistrós de Davos.
A Flassbeck se le ocurrió una solución radical para derrotar a los especuladores y proteger las materias primas agrícolas tras los repetidos ataques: quitarles los alimentos de sus manos. Se propone que la ONU tenga el control en todo el mundo en base a la determinación de la UNCTAD para establecer el precio de las materias primas agrícolas. Solamente los productores, comerciantes y consumidores de estas materias podrían intervenir en los mercados de futuros. Cualquier persona que negocia con el trigo, el arroz o el aceite, tendría que entregar la mercancía. También sería conveniente imponer un alto nivel mínimo de autofinanciación de los operadores. Cualquier persona que no hiciese buen uso de este comercio quedaría excluida de la bolsa de valores.
Si el método Flassbeck se lleva a cabo, se eliminaría la especulación de los alimentos básicos para la supervivencia, y dificultaría la financiarización de los mercados de alimentos. Una coalición de organizaciones de investigación y organizaciones no gubernamentales apuesta decididamente la propuesto de Flassbeck y la UNCTAD. Pero los Gobiernos no tienen voluntad de aplicarla.
Fuente: Le Monde Diplomatique

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