Las asociaciones de consumidores están con la boca abierta. Y no es para
menos, parece como si quisieran tomar aire antes de que les pongan la
mordaza.
No dan crédito a la última maniobra del Gobierno, que de
la mano de una enmienda en el Congreso del Grupo Parlamentario Popular,
han incorporado una disposición adicional en la futura Ley de la Cadena
Alimentaria. Según esta enmienda los estudios que se basen en
análisis de alimentos deben cumplir requisitos estrictos, como por
ejemplo que antes de su publicación sean contrastados previamente por
quienes se puedan considerar afectados, la industria agroalimentaria.
Es decir,
si una asociación decide analizar un alimento y, por ejemplo, detecta
un elevado nivel de un contaminante deberá respetar los plazos y
procedimientos exigidos y entregar a los productores de ese alimento los
datos obtenidos para que puedan ser contrastados por ellos. De
esta manera, entrará en el largo y lento camino de las trabas de la
industria hasta que, de darse, se pueda llegar a publicar esa
información. De no aceptar este proceso, toda organización
indisciplinada será sancionada. El argumento esgrimido para tal
descalabro es tan sencillo como falso, proteger a los consumidores de la
desinformación.
Esta nueva treta, amordaza a las
organizaciones de consumidores y otras, que como Greenpeace analizamos
alimentos para conocer su procedencia o su nivel de contaminación y es el mismo Cañete quien pone en manos de la industria esta mordaza.
De
nuevo, este gobierno de los recortes hace prevalecer un interés de la
industria al interés y al mismo derecho del consumidor de estar bien
informado. Para fortalecer, esta afirmación cabe decir que jamás
un informe basado en análisis de Greenpeace ha sido denunciado por los
“afectados”, por falta de rigor o por resultar falso. Eso sí, no hay ninguno de ellos que haya pasado inadvetido ni sin levantar ampollas en el sector (¡Qué les amordacen!)
Así, en este país democrático y perteneciente a la Unión Europea, tan ovacionada últimamente por Cañete,
ya no te podremos contar libremente si hay toxinas o transgénicos en
tus alimentos ni la procedencia real de algunos alimentos porque es algo
que molesta a la industria alimentaria. A Greenpeace esas
mordazas no nos resultan ajenas porque tenemos compañeros y oficinas en
países en los que vulneran a diario los derechos de todo tipo. Pero
nunca imaginamos que en España se pudiera retroceder tanto.
A lo
mejor alguno alardea en Europa de esta ley como una de sus grandes
hazañas, aunque en realidad se trate de una gran vergüenza para la
democracia.
Fuente: Greenpeace
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