Nadie sabe exactamente a cuánto
ascienden los recortes en España. La única cifra oficial que ronda por
el ciberespacio para el periodo 2012-2014 la divulgó el Gobierno en
agosto de 2012 y es de 102.149 millones de euros. Pero claro, los
recortes empezaron en mayo de 2010. Existe un portal llamado Elrecortometro.org que ha ido anotando todos los tijeretazos desde aquella fatídica mañana de 2010.
No ofrece una cifra global (o yo no he
sido capaz de encontrarla), pero los comentaristas de ese portal, en
Twitter, situaban los recortes en Sanidad, Educación, Servicios Sociales
y Pensiones en torno a los 121.000 millones de euros.
El mes pasado Bruselas pidió a España
recortes adicionales por valor de 35.000 millones de euros. El ministro
de Economía, Luis de Guindos, se apresuró a decir que no habrá nuevos
tijeretazos. En un país normal eso debería tranquilizar a los
ciudadanos. En un país como España el hecho de que un ministro diga que
no va a haber más recortes es casi garantía de que los habrá.
Casi cuatro años después del estallido
de la crisis en España el paro registrado, según la EPA, es de 5,9
millones de personas, la caída de los salarios es del 12% entre 2010 y
2012 (datos de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada) y el
número de empresas destruidas supera las 144.000 (datos del INE). Ha
tenido que pasar todo esto, que perdiéramos el puesto de trabajo,
calidad en Educación y Sanidad, poder adquisitivo y viéramos cómo se
disparaban los impuestos sobre la clase media, para que Rajoy, ayer,
realizara un diagnóstico que antes estaba reservado a peligrosos agentes
izquierdistas e inspectores de Hacienda. Según Rajoy: “España no tiene
tanto un problema de gasto público como de recaudación”. Y lo dice
ahora.
Los Técnicos del Ministerio de Hacienda
llevan años afirmando que bastaría con dotar de más a la Agencia
Tributaria para rebajar la tasa de fraude fiscal en 10 puntos y recaudar
38.000 millones de euros al año. Pero claro, el zorro no quiere
escuchar las propuestas de las gallinas sobre cómo evitar que el zorro
cace gallinas. En España se defraudan al año unos 245.000 millones de
euros (entre el 20% y el 25% del PIB). Y no: ese fraude no proviene en
su mayor parte de desempleados que se dedican a hacer chapuzas en negro,
de autónomos que trabajan sin factura, ni de temporeros, jornaleros o
de otras formas de la economía de subsistencia a la que se ven abocados
muchos. No, según declaró a Efe en julio Carlos Cruzado, presidente de
los Técnicos de Hacienda, el 71% de lo defraudado “es atribuible” a
patrimonios altos y grandes empresas.
O sea, que los más ricos –en su mayoría
fervientes patriotas, por cierto–, no pagan. La banca privada, las
SICAV, el secreto bancario en paraísos fiscales… Todo está perfectamente
orquestado para que el gran dinero quede a salvo de la ‘peligrosísima’
redistribución de la riqueza y su ‘pérfida’ aliada: la igualdad de
oportunidades.
Quizá Rajoy se haya dado cuenta ahora de
lo absolutamente injusto que ha sido el reparto de los esfuerzos y Dios
quiera que su inminente reforma fiscal vaya encaminada a recaudar de
aquéllos que tienen el dinero, nuestro dinero. Pero claro, ese
diagnóstico de que el problema es de recaudación y no de gasto llega
cuando el PP ya ha pagado los favores prestados por las grandes empresas
y fortunas familiares y cuando toda la presión fiscal ya se ha ejercido
sobre las rentas del trabajo. Este viraje del PP, lo de fijarse ahora
en el problema de la recaudación, huele demasiado a ardid electoral.
También ahora, cuando el daño ya está
hecho, Bruselas decide poner freno a las agencias de calificación. La
Autoridad Europea de Mercados y Valores dice, a buenas horas, haber
detectado “deficiencias” en la forma en que trabajan Standard &
Poor’s, Moody’s y Fitch.
Cuando la agenda ultraliberal ya ha
barrido el sur de Europa, los diagnósticos que hacían peligrosos
izquierdistas hace tres y cuatro años empiezan a cobrar verosimilitud.
La derecha se prepara para hacer los primeros guiños electorales desde
esa lectura, lo justo para arañar unos cuantos votos y para que, cuando
las engañosas cifras macroeconómicas empiecen a decir que cambiamos de
ciclo, sea demasiado tarde y ya no haga falta meter mano a las grandes
fortunas y sus descontrolados flujos financieros. Quedarán así
establecidas las bases para la siguiente hecatombe colectiva, dentro de
unos años. Y entonces, como ahora, se empezará por exprimir al que menos
tiene. Y los españoles premiarán con votos, una vez más, a sus
exprimidores.
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