No es un viaje al pasado, es el presente. Como medida preventiva ante una posible pandemia de gripe, Reino Unido ha decidido almacenar una gran cantidad de medicamentos antigripales. Para ello, en plena crisis ha gastado más de 670 millones de euros en Tamiflu y Relenza, dos fármacos cuya eficacia es casi inexistente y polémica su seguridad.
Dos de las “biblias” de la llamada Medicina Basada en la Evidencia (pruebas), Cochrane y el British Medical Journal (BMJ), han pedido al alimón responsabilidades a los gobiernos.
Resulta que el medicamento del laboratorio Roche, Tamiflu, sólo sirve para disminuir los síntomas de la gripe medio día y además no consigue que se reduzcan ni los ingresos hospitalarios por gripe ni las complicaciones graves. Vaya, que vale para muy muy poco, por escribirlo de manera fina.
Además, se confirman sus importantes efectos secundarios: cefalea, trastornos psiquiátricos y problemas renales.
Los datos provienen de la revisión de los 20 informes internos completos de los ensayos del Tamiflu (oseltamivir) y 26 del Relenza (zanamivir), del laboratorio GlaxoSmithKline.
Sabemos esto ahora porque no ha sido hasta fechas recientes que los dos fabricantes de semejantes joyas medicamentosas han hecho públicas sus bases de datos de los ensayos que realizaron para justificar su aprobación como medicamentos. Ello tras cinco años de presión por parte de las dos publicaciones de prestigio citadas.
Lo del Tamiflú y Relenza es una estafa consentida por políticos, gestores, científicos, periodistas y médicos, para “contentar” el ansia de protección ante el miedo que crean los expertos (de instituciones como la Organización Mundial de la Salud, que elevaron el nivel de alerta ante la posible pandemia de 2009 a seis, el máximo).
En este caso confluyen:
-La manipulación de ensayos clínicos y la ocultación de sus datos ¿de qué “evidencia” tratamos si los datos son retenidos de manera sistemática por los laboratorios, sus propietarios?
-Si las farmacéuticas son propietarias de datos científicos con derecho a no revelarlos bajo la excusa del “secreto comercial” ¿qué valor social tiene esa ciencia?
-¿Para qué sirven las agencias reguladoras de medicamentos si aprueban fármacos sin casi eficacia pero con graves reacciones adversas? Ha quedado patente para quienes trabajan pues conocían esos datos.
-¿Y los políticos que encargaron comprar ingentes remesas de estos antivirales (con los que ahora no saben qué hacer)? ¿Qué responsabilidad tienen y quién ha de exigírsela?
No, no se trata de conspiración alguna. Es la codicia la que mueve los hilos. Pero es evidente que una estafa de esta magnitud no se produce por efecto de la simple concatenación de voluntades perversas. Existe una maquinaria bien engrasada de conflictos de intereses, corrupción y seguidismo político que lo explica.
Fuente: Miguel Jara
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