Un veneno muy común
De acuerdo con la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR), el plomo ocupa el segundo lugar en la lista de las llamadas sustancias prioritarias (SPL) y su toxicidad para el cuerpo humano depende de la frecuencia, calidad y cantidad de la exposición.
Para cada sustancia potencialmente venenosa existe lo que se llama umbral y que es la dosis que se necesita para que un sujeto se intoxique con ella y en Owino Uhuru se ha comprobado que no solo el agua, sino también el suelo contienen cantidades más elevadas de plomo, que las consideradas “peligrosas” (o de umbral).
El plomo es uno de los llamados metales pesados, que tienen una amplia utilización en elementos y productos con los que cada ser humano está en contacto diariamente, ya que éste se encuentra en pinturas, tintas o aditivos de tinta, en los núcleos de los lápices, los crayones, los pasteles, los lápices de colores, las pinturas de carteles, las tizas de colores, los esmaltes cerámicos, los cosméticos para el cabello y un largo etc.
Una de las aplicaciones más difundidas es la de las baterías, puesto que el plomo es un elemento bivalente, por lo que constituye un excelente componente para la fabricación de las llamadas baterías de plomo-ácido y si bien éstas juegan un papel importante en las economías en desarrollo como almacenes de energía, si su reciclado y destrucción no se lleva a cabo de manera correcta, las consecuencias son catastróficas.
Enfermedades asociadas
Cuando una cantidad excesiva de plomo entra en el cuerpo humano por inhalación, ingestión o si se absorbe a través de la superficie de la piel, causa una intoxicación que tiene graves consecuencias en todos los seres vivos.
Es tan dañina para la salud una exposición aguda en un tiempo corto, como la llamada toxicidad crónica, que significa que se está en contacto con pequeñas cantidades durante un largo período de tiempo (que es la situación que se presenta en Owino Uhuru).
En cuanto el plomo se incorpora en el torrente sanguíneo inhibe la acción del resto de minerales, por lo que la absorción de calcio por ejemplo, cesa de inmediato y causa baja densidad ósea, debilitamiento y alta fragilidad de los huesos y en la estructura dental.
El paso siguiente de este peligroso tóxico es atacar al sistema nervioso. Los efectos son de largo alcance y a menudo se manifiestan con cambios en el comportamiento, falta de atención y pérdida de la memoria.
El plomo también se afianza en el sistema reproductivo de los mamíferos causando todo tipo de alteraciones, que puede terminar en deformaciones embrionarias, trastornos o mutación genética y en el peor de los casos la muerte.
Por último, el plomo destruye las células rojas de la sangre, cuya función principal es la de transportar el oxígeno alrededor de los órganos y tejidos del cuerpo y provoca un grave estado anémico, hipertensión, riesgos de infarto y de aparición de cánceres metastásicos.
El caso de Owino Uhuru
En el barrio en principio comenzaron a morir los animales domésticos; gallinas y conejos perecieron de manera fulminantes sin que sus dueños pudieran encontrar la razón de este mal, pero el problema se agravó cuando fueron los niños los que comenzaron a enfermar.
David tenía 2 años y medio y acabó en el hospital, con una enfermedad misteriosa que combinaba fiebre alta con diarrea, ojos llorosos e insomnio y que si bien nadie era capaz de diagnosticar, estaba acabando lentamente con su vida.
Una madre indignada
Su madre trabajaba como administrativa en la oficina de la zona franca industrial de la refinería EPZ, que fundía las baterías de automóviles usados y vendía la chatarra de plomo para la exportación, por lo que cuando un médico se planteó que el problema fuera la contaminación por plomo, sumó 2 +2.
A partir de ese momento la lucha de esta mujer fue incansable: dejó el trabajo, consiguió que la empresa pagase los gastos de hospitalización y el tratamiento del pequeño David y se propuso cerrar la planta que estaba matando lentamente a sus vecinos. Tras una ardua pelea, finalmente consiguió que la refinería fuera clausurada en 2014.
Esa mujer se llama Phyllis Omido y fue una de las personas que en 2015 obtuvieron el prestigioso Premio Ambiental Goldman por sus esfuerzos en aras de la protección y defensa del Medio Ambiente y la lucha por los más desfavorecidos.
En cuanto al plomo que aún queda en Owino Uhuru se está intentando limpiar el barrio; de hecho se han trasladados varias toneladas de residuos y chatarra contaminada a Alemania para ser recicladas de manera responsable y sostenible.
Pero la recuperación total de los suelos y el agua es una hercúlea y costosa tarea que el país no puede enfrentar de manera contundente y eficaz ante la carencia de medios económicos para ello y la empresa se ha limitado a pagar un puñado de indemnizaciones a las que estaba legalmente obligada y nada más.
Una reflexión final
Una vez más los más desfavorecidos siguen siendo víctimas de la desidia de ciertas empresas, que con tal de conseguir sus objetivos económicos hacen la vista gorda a las consecuencias de sus actos. Mientras tanto los habitantes de Owino Uhuru seguirán enfermando sin que a la mayoría del mundo les importe un pimiento su suerte.
Fuente: ecoticias.com
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