La UICN pasa a la especie de la categoría "en peligro" a la de "vulnerable" después de que su población supere los 2.000 individuos
El panda gigante, uno de los más carismáticos animales del planeta, emblema durante décadas de las campañas en favor de las especies cercanas a la extinción, ha dejado de pertenecer a esta categoría. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha modificado este año la calificación del panda en su lista roja de especies amenazadas -que incluye 82.594 especies animales y vegetales, de las que 23.928 se hallan en diversos grados de riesgo-, pasándolo de la categoría "en peligro", en la que se encontraba desde 1990, a la mucho más halagüeña de "vulnerable".
Así lo señaló el último informe de la UICN, que también trajo buenas noticias para el antílope tibetano (Pantholops hodgsonii), que pasa de "en peligro" a "casi amenazado", la misma situación a la que llega la rata arquitecto (Leporillus conditor) australiana, y el ualabí de bridas (Onychogalea fraenata), que de estar a punto de desaparecer ha pasado a ser "vulnerable". En el informe se consideran exitosos los grandes esfuerzos desplegados por las autoridades chinas durante las últimas décadas para preservar al panda (Ailuropoda melanoleuca), que solamente vive en algunas escarpadas regiones montañosas del centro-oeste de este país, del que es el animal nacional.
Dieta de bambú
Sin embargo, la nueva situación del panda podría ser efímera. Aunque sus poblaciones han aumentado -se calcula que hay ahora alrededor de 2.000 ejemplares en libertad, y otros 300 en cautividad en todo el mundo, en su inmensa mayor parte en China-, gracias a la protección estricta de sus hábitats e individuos en libertad -hacerles daño se castiga en el país asiático con la pena de muerte- y a los millonarios programas de reproducción en cautividad, algunos expertos auguran que el calentamiento global podría acabar en apenas 80 años con el 35% de los bosques de bambú que constituyen el único ecosistema en el que puede habitar este animal, que se alimenta de dicha especie vegetal, así que, en ese supuesto, "sus poblaciones declinarán, haciendo perder todo lo logrado en las últimas dos décadas", señala la UICN.
Precisamente fue la desaparición de los bosques de bambú lo que llevó al panda gigante a ver como su población caía en los años 80 hasta los 1.200 animales. El panda se alimenta en un 99% de tallos y hojas de bambú. Dedica a su ingesta una media de 12 horas al día, durante las que consume unos 12 kilos de bambú. Así que el principal empeño de las autoridades chinas fue preservar y extender la superficie de estos bosques para proporcionar hábitat y alimento a los ejemplares supervivientes.
Asimismo, numerosos zoológicos y centros de investigación chinos pusieron en marcha programas de reproducción en cautividad, que pronto se reveló como una meta muy dificultosa: los animales no alcanzan la madurez sexual hasta los 5-7 años de edad, solamente el 10% logra aparearse naturalmente y apenas el 30% de las hembras quedan preñadas. Además el 60% de los individuos cautivos pierden totalmente el deseo sexual. En caso de éxito, las hembras dan a luz tras una gestación de cinco meses a un máximo de dos crías, de las que solamente suele sobrevivir una. Su tamaño es sorprendentemente pequeño en comparación con sus progenitores: pesan poco más de 100 gramos, mientras los adultos pueden superar los 100 kilos de peso.
Finalmente, avanzadas técnicas de inseminación artificial consiguieron incrementar significativamente el número de embarazos exitosos. El objetivo es volver a introducir en la naturaleza a los ejemplares nacidos en cautividad, pero hasta ahora esto no se ha logrado. El primer animal liberado en 2007 murió atacado por ejemplares salvajes. Otro factor más que juega en contra de la salvación de la especie, que ahora parece más cerca pero, ¿definitivamente?
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