Las
leyes de patentes que rigen el uso de cultivos y semillas modificados
genéticamente (OGM) es una locura. Por un lado, los derechos sobre las
semillas transgénicas no parecen terminar nunca. Por el contrario, el
resto de productos se rigen por la “doctrina del agotamiento”, lo que
significa que los derechos del titular de la patente de un producto
determinado se acaba cuando el producto se vende al usuario final. Pero
en el caso de las semillas transgénicas, de empresas como Monsanto,
puede imponer su derecho de patente incluso en las semillas de la
tercera o cuarta generación. Es una situación irracional de los llamados
derechos de autor.
Se
trata de un doble castigo para los agricultores, particularmente en los
Estados Unidos. Los agricultores que no desean cultivar plantas
transgénicas, optan por comprar semillas convencionales o eligen la
agricultura ecológica, pues bien, son penalizados si sus cultivos se
contaminan con los cultivos transgénicos. En lugar de sancionar al que
contamina con este tipos de cultivos, Monsanto ha desarrollado un
irracional sistema de patentes de modo que quien sufre las consecuencias
además se hace responsable y paga.
El caso Vernon Bowman versus Monsanto de septiembre de 2011 es un ejemplo muy elocuente ( véase Los agricultores estadounidenses continúan su lucha contra Monsanto).
En
este caso, la mayor compañía mundial de semillas transgénicas volvió a
prevalecer. El agricultor de Indiana fue multado con 84.456 dólares por
haber plantado semillas transgénicas que estaban mezcladas con las
semillas convencionales que compró, indistinguibles a simple vista unas
de otras. La Corte de Apelaciones de Washington confirmó la sentencia en
primera instancia, siendo favorable a Monsanto.
Estas semillas transgénicas son utilizadas en aquellos cultivos que utilizan la tecnología Roundup Ready,
que no se distinguen de las otras. Los compradores deben firmar
acuerdos de licencia que no se requieren normalmente con las semillas
convencionales.
Y
he aquí cómo se tuercen las cosas: Si bien el Tribunal consideró que
esos acuerdos no pueden extenderse a la segunda generación de semillas,
también dijo que los agricultores no pueden utilizar una tecnología
patentada por Monsanto “ infringiendo las restricciones sobre material genético, semillas y plantas”.
Dado que los agricultores no ganan en sus demandas contra Monsanto, es natural que cuando sí lo hacen sea motivo de alegría y celebración.
En estos momentos, los agricultores de Brasil están de enhorabuena
porque han ganado el caso contra la multinacional norteamericana en un
asunto de derechos que suponían una injusticia.
En
Brasil, cinco millones de agricultores, grandes y pequeños, se unieron
para presentar una demanda colectiva contra Monsanto, hace ya cuatro
años. La han ganado, aunque Monsanto todavía puede apelar ante la Corte
Suprema del país. Las multinacional estadounidense exigía el 2% para
acceder a los derechos de cultivo, aunque las patentes ya hubiesen
expirado hace mucho tiempo. Brasil es el segundo mayor productor de soja
del mundo y una abrumadora mayoría de agricultores utilizan las
semillas transgénicas de Monsanto.
En
2009, los sindicatos agrícolas del estado sureño de Rio Grande do Sul
impugnaron la imposición de esos derechos, argumentando que era un
impuesto injusto y que era prácticamente imposible mantener la soja
Roundup Ready separada de las variedades convencionales de semillas.
La
soja transgénica es muy contaminante y los agricultores estaban siendo
castigados por algo que está más allá de su control. Sin embargo, el
gigante de las semillas sostuvo que tenía el derecho a cobrar ese 2% de
las ventas totales de soja del agricultor siempre y cuando se
encontrasen semillas con alguno de los rasgos genéticos patentados.
Hay
una interesante historia sobre la soja transgénica en Brasil. Las
semillas transgénicas de soja fueron introducidas de contrabando desde
la vecina Argentina en la década de 1990, ya que el uso de esta
tecnología estaba prohibida y castigada hasta la última década. Desde su
legalización, Monsanto ha acusado a los agricultores brasileños y
exigido el 2% de sus ventas de soja, una gran cantidad, ya que
representa cerca del 85% de la cosecha de soja del país.
Monsanto
tiene mucho cuidado en analizar la soja que se vende como no
transgénica, y si aparecen semillas Roundup Ready, cobra a los
agricultores una tasa del 3% sobre sus ventas.
En
abril, un juez de Rio Grande do Sul falló a favor de los agricultores y
ordenó a Monsanto a devolver los derechos cobrados desde el año 2004,
lo que supone un mínimo de 2 mil millones de dólares. Monsanto apeló y
un tribunal federal ordenó que el fallo se aplicara a nivel nacional. Es
decir, que ahora Monsanto tendrá que devolver 7,5 mil millones de
dólares. “La ley otorga a los agricultores el derecho a utilizar las semillas que compran y no se les puede obligar a pagar ( otra vez)”, argumentó
el abogado de los agricultores. La decisión sobre este proceso puede
durar años y mientras tanto Monsanto puede seguir cobrando los derechos.
Sin embargo, los agricultores brasileños esperan que al final les den
la razón. Si es así, podrían desencadenarse otra serie de demandas
legales en otros lugares.
En
la India, Monsanto también cobra derechos sobre sus semillas,
estimándose que ha cobrado una cantidad de 20000 millones de rupias
desde el momento en el que el algodón transgénico hizo su debut. Se
cobra una cantidad por adelantado de varios miles de rupias a cada uno
de los titulares de licencias de la India y recaba derechos por cada
paquete de semillas Bollgard Bt, lo que supone aproximadamente los dos
tercios del coste de cada paquete. Esperemos a ver cómo se desarrollan
las cosas en Brasil.
Fuente: http://gmwatch.eu/latest-listing/1-news-items/14051-crazy-gm-patent-system
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