Llama la atención
que en los tiempos de mayor corrupción política de la historia del
estado español, el gobierno del PP apruebe una ley para reprimir a la
sociedad civil organizada, a toda organización o persona que se movilice
contra la mafia. La seguridad ciudadana es una preocupación cuando el
desprestigio político llega a las más altas esferas de un país
devastado, saqueado, pisoteado por la delincuencia de guante blanco.
Ahora movilizarse,
manifestarse, ponerse una capucha, una careta de Anonymous, convocar en
las redes sociales una movilización puede costar muy caro, rodear la
cueva de Alí Babá o Congreso, poner a caldo a los Borbones, sacarle una
foto o grabar un vídeo de las agresiones policiales, todo lo que no sea
políticamente correcto generará multas millonarias, que casi nadie podrá
pagar. Miles de euros para financiar con nuestro escaso dinero vicios
de estado a costa de un pueblo desesperado.
Normas que ni los
sindicatos policiales comparten, pero que asumirán sumisamente, la leña
es la leña y da igual quien la ordene, aunque los que firmen los
decretos y den las órdenes tengan las manos manchadas y apesten a
blanqueo y evasión de capitales, a robos impunes, a sobres repletos de
billetes de 500 en negro, a prebendas y abusos de poder contra un pueblo
que ya no aguanta más.
En este patético
marco, en una realidad de represión y tristeza, de familias destrozadas,
de millones de niños/as pasando hambre, de suicidios masivos por
razones económicas, aprueban esta nueva ley, que no es sino la excusa
perfecta para tapar la putrefacción, el modus operandi pandillero,
altamente delictivo, perfecto para paralizar cualquier respuesta social,
cualquier movilización o movimiento popular que se oponga al robo de
nuestros derechos, al saqueo del patrimonio público, a la destrucción de
un estado del bienestar, de un supuesto sistema democrático, de una
Constitución, de una normas de convivencia que se pasan por los huevos,
que pisotean los rectores de este conspicuo montaje para llenar
bolsillos al que llaman orgullosamente “España”.
El miedo a un
inevitable, más temprano que tarde, estallido social los lleva a costa
de lo que sea, como bien dijo Durruti, al fascismo, a criminalizarnos, a
pisotear derechos humanos universales, a ser capaces de todo para
mantener el vergonzoso estatus, la miseria humana de los poderosos, que
se enriquecen mientras asesinan de hambre, tristeza, desazón, miedo y
suplicio a la clase trabajadora.
Todo vale y ya está
en marcha la nueva dictadura del patético y ridículo fuhrer Rajoy y su
mariachis más decadentes, el Cuarto Reich de la prensa rosa, el régimen
más futbolero y hortera, analfabeto funcional, palanganero de la banca,
de la mafiosa troika, de una casta empresarial donante de sobres, que
apesta a mierda, que avergüenza a las personas de buena voluntad, que se
preocupan en pagar religiosamente sus impuestos, en ser honradas, en no
cometer irregularidades, mientras los que gobiernan se revuelcan en la
pocilga de la corrupción.
El fascismo ha
llegado, viene en coche oficial, apestando a vomitivos alientos que
huelen a Chivas Regal Reserva, a pelotazos millonarios, a putas caras y
vicios innombrables. No queda otra que vulnerar sus leyes, resistir,
acabar en sus putrefactas comisarías y cárceles, porque si transigimos y
pasamos por el aro de sus normas, seremos cómplices de la mayor estafa
de la historia de un estado en manos de sinvergüenzas.
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