04 enero 2016

Nacer contaminado

Nacer contaminado
Las hembras de los delfines transfieren a los fetos sustancias como insecticidas y filtros de crema solar vertidos en las aguas donde habitan, que les pueden causar malformaciones.

Los océanos del mundo están tan contaminados por las actividades humanas que hay mamíferos marinos que nacen ya con sustancias como insecticidas y filtros solares en su organismo. Se los han transmitido las madres a los fetos durante el periodo de gestación. Y los han detectado los investigadores en diversos ejemplares de delfines, costeros y del Plata, en las costas de Brasil.

Que algunas sustancias tóxicas, como los insecticidas piretroides, se acumulaban en los cuerpos de los mamíferos marinos ya era bien conocido. Pero había pocos estudios sobre la posible transmisión vertical, de madre a hijo, de los elementos contaminantes. Ahora, un trabajo dirigido desde el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha constatado que las hembras los absorben del medio marino y que los traspasan en concentraciones preocupantemente elevadas a sus crías a través de la placenta y el cordón umbilical. 



En ocasiones, son incluso más altas en la cría que en la madre, como sucede en los ejemplares estudiados en la costa más cercana a la megaurbe de São Paulo, un área metropolitana densamente poblada –más de 11 millones de habitantes– e industrializada donde las aguas están mucho más polucionadas que en otros lugares del litoral.

Los autores de la investigación, publicada en la revista Environmental Pollution, y en la que han intervenido también las universidades brasileñas Federal y Estatal de Rio de Janeiro, la Estatal Paulista, el Instituto Boto Cinza y Aquasis (Asociación de Investigación y Preservación de Ecosistemas Acuáticos), se analizaron muestras de grasa y músculo de ocho hembras preñadas y de sus fetos.

Todos estos animales habían sido encontrados muertos, flotando a la deriva, varados en las playas o atrapados en redes de pesca en diversos puntos del litoral brasileño, donde desde finales del pasado siglo funciona un programa en el que participan pescadores, universidades y ONG conservacionistas y que hace posible la recuperación de estos ejemplares para su estudio.

También se estudiaron muestras de placenta, cordón umbilical y leche materna de estos animales, cinco delfines del Plata o Franciscana (Pontoporia blainvillei) y otros tres de delfín costero (Sotalia guianensis) recogidos en el país suramericano entre los años 2004 y 2011. Todas ellas estaban gestando y en todas las crías aparecieron rastros de insecticidas piretroides –que se empezaron a utilizar contra los mosquitos y plagas agrícolas en la segunda mitad del siglo pasado, cuando se detectó la elevada toxicidad para el ser humano de otros pesticidas anteriores– y de filtros solares de los empleados en las cremas protectoras que usan los bañistas.

Solubles y bioasimilables

El hecho de que todos los fetos contuvieran estas sustancias "evidencia que estos contaminantes son capaces de atravesar las membranas fetales", explica Ethel Eljarrat, responsable de la investigación y miembro del CSIC, quien detalla que "se han detectado niveles más altos en los músculos, lo que indica que estos compuestos tienen una mayor afinidad por las proteínas, un comportamiento muy diferente al de los contaminantes orgánicos clorados y bromados, los más estudiados hasta ahora, que tienden a acumularse en la grasa" de estos animales.

Este cóctel de contaminantes y su elevada concentración pueden provocar malformaciones en los fetos, ya que en esa fase de desarrollo es cuando se están formando sus órganos, además de tratarse de sustancias de las que se ha acreditado científicamente que son factores de riesgo para el desarrollo de cáncer, deficiencia inmunitaria y anomalías en los sistemas nervioso y reproductivo.

De manera nada casual, mientras los delfines muertos estudiados procedentes de la región paulista albergaban mayores cantidades de insecticidas, los que provenían de las costas de Ceará, al norte del país, de clima tropical y donde se desarrolla una importante actividad turística, mostraban mayores concentraciones de filtros solares procedentes de cremas para la piel.

Estos contaminantes se acumulan en el músculo en lugar de hacerlo en la grasa
 
Estas pueden proteger al ser humano de peligrosas radiaciones solares, pero son un grave quebranto para el medio acuático. Contienen productos químicos nocivos para el fitoplancton marino y son un riesgo potencial para el resto de la vida en el mar, según alertó hace un par de años un estudio del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), vinculado también al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). 

A pesar de estar diseñados para permanecer adheridos al cuerpo, algunos componentes de las cremas solares se diluyen durante el baño y se convierten en contaminantes. Muchos son solubles y bioasimilables, es decir, que pueden incorporarse a la cadena trófica, al final de la cual puede estar el mismo ser humano. Su concentración lleva a la formación de una microcapa de aspecto oleoso en la superficie del agua capaz de alterar la vida marina que habita bajo la misma.

Pero tienen otras consecuencias mucho peores. Además de componentes químicos como la Benzofenona 3 (BZ-3), el 4-alcanfor metilbenciliden (A-MBC), el dióxido de titanio (TiO2) y el óxido de zinc (ZnO), las cremas también liberan en el mar otros elementos como el nitrógeno, el fósforo y el silicio, que pueden actuar como nutrientes y estimular el crecimiento de comunidades de algas, o bien, por el contrario, inhibir su desarrollo. Ahora sabemos que, además de todo ello, pueden causar malformaciones en los mamíferos del mar.

Fuente: Ecoavant

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