La Comisión Europea ya dio la voz de alarma: despilfarramos en torno a
179 kilos de alimentos per cápita al año, lo que supone 89 millones de
toneladas en total (de las cuales 8 corresponden a España). Y, de
seguir esta tendencia, la previsión es que en el 2020 esta cifra se
incremente en un 40 por ciento, llegando a los 126 millones de
toneladas.
Un dato insostenible, y diríamos que inmoral y vergonzoso, cuando 780
millones de personas en todo el mundo están pasando hambre, y otras,
sin llegar a este extremo, son víctimas de una dieta restrictiva que no
le aporta los nutrientes necesarios para garantizar su salud.
Pero lo cierto es que las pérdidas y el desperdicio de alimentos
pueden producirse en todos los eslabones de la cadena alimentaria,
aunque las causas no son siempre las mismas y varían según el tipo de
producto.
Es por ello que el Parlamento Europeo ha instado a los Estados
miembros y a los agentes de la cadena agroalimentaria a que aborden
urgentemente el problema y formulen directrices sobre vías de mejora. Y
es precisamente en este contexto en el que se enmarca la Estrategia
“Más alimento, menos desperdicio” del Ministerio de Agricultura,
Alimentación y Medio Ambiente.
FIRME APUESTA POR UN SISTEMA ALIMENTARIO SOSTENIBLE
Ayer, 16 de octubre, se celebró el Día Mundial de la Alimentación,
una efeméride proclamada en 1979 por la Conferencia de la Organización
de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) con
la finalidad de concienciar a la ciudadanía sobre el problema
alimentario a nivel mundial, así como de promover y reforzar la
solidaridad en la lucha contra la pobreza, la desnutrición y el hambre,
toda vez que la alimentación es un requisito para la supervivencia y el
bienestar, además de una necesidad humana fundamental.
La temática sobre la que giró la jornada se centró en los “sistemas
alimentarios sostenibles para la seguridad alimentaria y la nutrición.”
Porque, según la FAO, los actuales modelos de desarrollo están
degradando el ambiente natural, además de amenazar a los ecosistemas y
la biodiversidad, absolutamente necesarios para garantizar el
abastecimiento de alimentos. El objetivo último, precisó, debe ser el de
caminar hacia un “sistema sostenible que garantice que todas las
personas tengan acceso permanente, tanto físico, como social y
económico, a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para
garantizar una vida activa y saludable”.
EL PAPEL DE LOS CONSUMIDORES
En todo este entramado, los consumidores tenemos mucho que aportar.
Sencillos gestos tales como planificar las compras y elaborar una lista
de los productos que realmente necesitamos, atender a las fechas de
caducidad, controlar lo almacenado en las despensas de nuestros hogares,
cocinar en las cantidades justas y aprovechar las sobras para elaborar
nuevos menús, constituyen, entre otras, algunas de las medidas con las
que podremos disminuir en buena medida el desperdicio de alimentos,
posibilitando, además, el ahorro de recursos energéticos y económicos,
así como de materias primas, al tiempo que minimizaremos nuestra huella
ecológica.
Sogama dispone de un recetario de cocina a partir de sobras de
comidas “Para repañar o prato!”, que se encuentra a disposición de todos
los interesados en su página web, recogiendo incluso en el mismo una
serie de trucos para la conservación de alimentos.
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