La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) no
considera que el glifosato sea cancerígeno, lo que da un empujón a la
renovación de su permiso en Europa.
Según la ECHA el glifosato es seguro. Poco importan las críticas
realizadas por organizaciones ecologistas y de la salud, y por parte de
la comunidad científica, que acusan a la ECHA de falta de
transparencia por basar sus resultados en estudios no publicados de la
propia industria. (Ver la carta abierta a la ECHA).
Poco importa que la Organización Mundial de la Salud
(OMS) clasificara el glifosato como “probable cancerígeno“, tras su
clasificación por parte de Agencia Internacional de Investigación sobre
el Cáncer (IARC), basada en estudios que lo relacionaban con la
aparición de Linfoma No-Hodgkin, desarrollo de células cancerosas y
daños en el ADN en animales de laboratorio.
Sorprende el hecho de que la propia ECHA ha reconocido que existe un
aumento de la incidencia de tumores en animales de laboratorio tras la
exposición a glifosato, aunque considere que esas pruebas no son
suficientes para demostrar que pueda ser cancerígeno (la existencia de
esas dudas debería ser suficiente para prohibir una sustancia, si se
aplicase el Principio de Precaución vigente en Europa).